28.6.10

CERRADO POR VACACIONES


Después de dos años con vosotros, después de más de veinte mil visitas, esperemos que estas botellas lanzadas al mar lleguen a buen puerto e incluso alcancen aguas lejanas. Durante este año hemos recibido el Premio isla Ternura; hemos entablado nuevas amistades con algunos seguidores y hemos intercambiado textos con otros blogs afines.

Fuera de los muros de esta biblioteca nos han llegado excelentes noticias como la legalización de la parejas de hecho en México, Islandia o Portugal; o la salida del armario de algún que otro artista famoso. Pero también otras lamentables como los nuevos casos de pederastia de la iglesia católica o la trágica muerte de un compañero y amigo como fue David Vilaseca.

Como en años anteriores las puertas de esta biblioteca permanecerán cerradas los meses de julio y agosto. Tras un año agotador, leyendo y recopilando material nuevo ha llegado el momento de hacer un alto en el camino y de disfrutar del verano.

A todos vosotros, (y también vosotras, que cada vez sois más) agradeceros el interés con el que nos habéis seguido hasta ahora. Un abrazo a todos. Nos vemos en septiembre. Inshala.

No nos seáis infieles


Akenaton

UN POEMA DE MUHAMMAD AL NAWADJI


Un poema extraídos del libro
La pradera de las gacelas

¡Oh el esbelto! ha tomado a la belleza
por vestido! Y ella ha posado sus bordados
ornamentos sobre sus dos mejillas,
una suave pelusa aromada de almizcle.

¡Cómo sabe usar sus párpados,
el muy coqueo, el experto en artificios!
¿ la mirada que filtran sus ojos?
Una flecha disparada al corazón
de sus víctimas, cuya perdición firma.

Unos pasos suyos, con ese contoneo,
y la vida cesa de latir en todos los corazones.
¿No es un milagro ver que lo móvil engendra inmóvil?

LITERATURA GAY VALENCIANA


Traducción del catalán

de un artículo de J. Ricart

Como muchas denominaciones la etiqueta “literatura gay” surgió por parte de algunas editoriales ahora hace unos quince años como una estrategia más de mercado, ya que la orientación sexual no puede determinar ningún género artístico. Sin embargo, esto no significa que no haya existido con anterioridad. Sólo hay que recordar los primeros textos míticos del Gilgamés o la Ilíada, o los más conocidos sonetos de Bounarroti o Shakespeare. por tanto, sería más correcto hablar de libros de temática gay, de creaciones que intentan representar la multiplicidad del deseo (muchas veces simplificada hasta la caricatura) redefinir desde dentro la identidad como colectividad ( minoritaria y minorizada históricamente) y en última instancia, criticar ciertas actitudes y comportamientos sociales (marginación, miedo a la diferencia, homofobia, etc) Entre estas producciones podemos establecer dos corrientes: la de la igualdad (la más numerosas y aceptada) que defiende normalizar los hechos e incorporarla al canon tradicional, y la de la diferencia (queer) que se reivindica con una militancia política más comprometida al margen de los modelos heterosexistas.


Si hasta los noventa hay una subcultura hecha de sobrentendidos, de guiños más o menos crípticos dedicados al lector “entendido”, será a partir de esta década donde se trataré de un tipo de escritura más explícita con títulos y portadas más evidentes. En muchas novelas se deja de lado la ambientación marginal y se desplaza el erotismo centrado en el cuerpo, hacia una sentimentalidad que explora la afectividad entre personas del mismo sexo. Los protagonistas ya no son tratados de “pervertidos y enfermos”. Ahora son capaces de vivir sin complejos o angustias con una aceptación natural y consciente, cada vez más prematura, que les permite gozar de una sexualidad plena y saludable. El escritor asume sin tabúes su orientación, mientras que antes la autocensura le obligaba a utilizar terceras personas, seudónimos, elipsis y eufemismos. Incluso algunas propuestas van más allá y cuestionan algunos modelos y roles (hetero, homo bi) abriendo caminos a nuevos estilos de vida.

Desde un punto de vista sociológico hay que destacar la importancia de algunas editoriales con una clara línea militante como Egales, Odisea, Laertes, y otras que sin olvidarlo han estado “gayfriendly” como los libros del índice, la sonrisa vertical o muchos títulos de Anagrama. Subsidiariamente las librerías especializadas han contribuido a la difusión, no sólo como puntos de venta, sino como puntos de encuentro y de discusión (Berkana, Cómplices, Antinoo) este hecho debemos añadir el fomento y consolidación de algunos premios, veteranos como el del Casal Lambda o cuantiosos como el de la Fundación Arenas

Concretamente en nuestra ciudad tenemos que recordar el trabajo de El cobertizo (1997-2004) más que una librería lgtb, una plataforma de difusión de la cultura gai que organizó numerosas exposiciones y charlas. Justo después de su cierre le sucedió caracteres una espaciosa librería en pleno centro, especializada en esta temática y en literatura francesa. Asimismo tenemos que mencionar algunas publicaciones como la Revista Idem que durante sus cuatro años de existencia fue un referente dentro del ámbito universitario, o algunos portales digitales, hechos en nuestra casa como la Biblioteca de Akenaton que intentan traspasar fronteras y llegar a aquellos lugares donde aún imperan la represión y la censura.


Pasando a un listado de autores valencianos, más o menos, representativos comenzaremos por la prosa desenfadada de Lluis Fernández desde sus inicios con El anarquista desnudo, Vicente Molina Foix, con grandes ingredientes humorísticos y que ha sabido abrirse a un público más amplio. En esta misma tónica son igual de interesantes algunas novelas breves que han utilizado como argumento la experiencia homosexual como El Gladiador de Chueca de Carlos Sanrune, Tánger de Vicente García Cervera, o El cuaderno rojo, una autobiografía anónima. Dentro de la poesía después del legado, más o menos velado de Gil-Albert, tendríamos que reseñar el amor elegíaco de Francisco Brines, el exotismo orientalista de Pedro Gandía, la valentía de Biel Mesquida con El país donde los hombres aman a los hombres y el casi desconocido José Mª Ribelles con más de treinta títulos sin publicar. En el teatro Francisco Ors y su Contradanza todo un escándalo ya en el estreno. En el ensayo son de cita obligatoria la teoría artística del tándem J. García Marqués / J. Vicente Aliaga, o la mirada crítica de Albert Mira en títulos ya clásicos como De Sodoma a Chueca.

ULTIMOS DIAS DE MAYO




Traducción del catalán
de un poema de Manuel Forcano



Últimos días de mayo. El verano se acerca peligrosamente
con camisas de manga corta y luz hasta las nueve de la noche.
Y en el aire un súbita impaciencia, una inquietud
en el fondo un temor: no sabes aún
de qué cuerpo oscuro te enamorarás esta vez,
de qué sonrisa bajo el sol, de qué tardes
buscando el oleaje suave del mar en unos labios,
de qué regaladas noches de goce o sin embargo,
de qué angustia desembocará después
a un invierno vacío todo de árboles desnudos en fila por las calles
como prisioneros de guerra esperando la limosna de la primavera
que tardaré en llegar.

Al verano medirás tu modesto triunfo de vivir.

21.6.10

MI PRIMERA VEZ


Fragmento extraído del relato Piel canela
de Edmund White



Pablo se desnudó. No me besó. Se quitó los calzoncillos, escupió en su ancha y rechoncha polla y la apretó contra mi culo. No me abrazó. El culo me dolió muchísimo. me pregunté si las sábanas se mancharían de sangre o mierda. Pablo estaba echado encima de mí, apretándome la cara y le pecho contra el colchón. Entrando y saliendo con fuerza de mí. Me parecido que estaba a punto de cagarme y deseé poder contenerme. Tuve miedo de tirarme un pedo y de que eso lo repeliera. Olía a sudor rancio. Sentí el frío de su gruesa barriga presionándome la espalda. Respiró un poco más pesadamente y luego de repente, detuvo sus movimientos. Se apartó y se puso de pie. Debió de haber eyaculado. Ya lo tenía dentro. se dirigió hacia el cuarto de baño y se lavó el pene en la pila. Me senté en el borde la cama y me puse otra vez los calzoncillos. El indio se vistió, se llevó un dedo a los labios al abrir la puerta y sacó la cabeza para ver si no había nadie. Un par de años más tarde cuando mi padre descubrió que yo era gay dijo: Todo es culpa de tu madre, seguro, ¿cuándo fue la primera vez? Le obsesionaban los detalles. Estaba contigo, papá, dije con voz triunfal. Fue en Acapulco, con el indio que tocaba el piano en el club. Un año más tarde, hizo otro viajes con Kay a Acapulco, me dijo que había preguntado y que le habían dicho que al indio lo habían sorprendido metiendo mano a dos niños en el hotel, y que el padre de los niños, un mejicano rico de Ciudad de México, le había disparado unos cuantos tiros.

UN POEMA DE LORD BYRON



Te observé cuando el enemigo estaba a nuestro lado,
dispuesto a atacarle- o sea que nos atacaran.
prefiero no tener esperanza, antes que compartir algo
con mi adorado que no a la libertad y el amor.

Te observé en los rompientes, cuando la roca
recibió nuestra proa y todo era tormenta y miedo.
cada choque te obligaba a abrazarte a mí,
este brazo sería tu esquife o el pecho tu féretro.

Te observé cuando ardía la fiebre en tus ojos,
cediéndoteme camastro y tendiéndome en el suelo,
cuando extenuado por largas vigilias no podía
levantarme si tú no me ofrecías una temprana tumba.

Llegó el terremoto y sacudió muros y rocas
y naturaleza y hombres rodaron como ebrios de vino.
¿Qué feroz salvación me obsesionaba entonces?
la tuya sólo. Tu vida únicamente contó para mí.

Y cuando la convulsa agonía negaba mi aliento
la mínima manifestación de mi pensar exhausto
iba a ti, a ti solo, incluso boqueando muerte
mi espíritu te buscaba más a menudo de lo que debiera.

Así y aún más. Y tú, sin embargo no me amabas
y no me amarás nunca. No habita en nuestra voluntad Amor.
Y tampoco he de culparte, aunque mi destino sea
fuerte, vana, equivocadamente, quererte todavía.

EL FELINO HAMBRIENTO



Fragmento extraído del libro
Cuentos inenarrables de Aldo Coca


Régulo sentía el aliento cálido de la falsa bestia contra la piel de su escroto. De repente y sin que nada le hiciera sospecharlo, la bestia-hombre se abalanzó con un gruñido sobre el miembro de Régulo, lo tomó con los dientes y lo estiró cuanto pudo. Régulo, emitió un grito de terror pensando que aquel falso animal iba a devorarle el carajo. Cerró los ojos, y durante unos instantes los mantuvo así, hasta que finalmente los abrió al darse cuenta que el hombre-animal no le devoraba nada, sino que seguía tirando de su miembro pero ahora con los labios cerrados, sorbiéndoselo, como si quisiera aspirarle todo el cuerpo por le agujero. Después, y con la misma rapidez con la que se lo había agarrado, lo soltó de repente. El miembro de Régulo, hasta entonces tenso como la cuerda de un arco, se encogió de repente y fue a rebotar contra sus testículos, aunque, a decir verdad, no y tan fláccido como antes; la succión forzada había producido sus efectos y ahora la verga de Régulo parecía lentamente hinchada y enrojecida por el flujo de sangre. la fiera hombre volvió a acercar el hocico a las partes de Régulo y empezó a lamérselas con delectación y mansedumbre. Régulo tenía los ojos desorbitados, y en aquel insistente lameteo, empezó a relajar la tensión y a ofrecer involuntariamente sus partes al tigre-lametón, con el pijo ya indudablemente excitado que empezaba a levantar la cabeza. Entonces, el hombre-fiera dejó de lame, se incorporó sobre sus patas-piernas traseras, apoyó los garfios de sus garras en el tronco y empezó a husmear los pelos del pubis de Régulo, siguiendo la marca que trazaban hasta el ombligo. Una vez allí, la fiera levantó la cabeza, y por debajo del hocico del animal, entre los largos pelos de su bigote, Régulo que ahora no pedía un movimiento de su atacante vio con asombro y terror el rostro del archiconocido del divino Nerón Claudio César, quien después de darle un buen lameteo desde le ombligo hasta la base del escroto, cosa que terminó de ponerle el miembro en hermosa y agresiva erección, se dirigió hacia Régulo por la izquierda sin dejar de rugir amenazadoramente, mientras agitaba las posaderas para que la larga ola de piel del tigre ondulase como si fuera realmente un animal. Régulo se quedó allí, con la polla tiesa y húmeda de saliva, como húmedos de saliva también tenía los cojones y todo el bajo vientre, sin acertar salir de su asombro, preguntándose en qué acabaría todo aquello, aún con el terror de que acabara realmente descuartizado y comido por el emperador.

Entonces venía el turno de los cojones, que lamía y succionaba hasta casi causarle dolor ¡Aug, aug! repetía enardecido por le juego. Procedía entonces a mordisquearle los costados de la verga y hacerle pasar la punta de la misma por le frío hocico de la cabeza del animal. Y así por mucho rato, lamiéndolo todo, chupándolo todo hasta que finalmente se metió la polla en la boca, la chupó entera hasta que Régulo sintió que su glande rozaba la campanilla de la garganta del Supremo matafuego e inició un movimiento de vaivén con la cabeza para que la verga de Régulo corriera como un pistón en su boca, de modo que a veces los labios de Censar rozaban por fuera de los pelos del pubis del muchacho y otras, por dentro, la base del glande. Régulo, fuertemente amarrado al poste, se retorcía, estiraba el cuello, levantaba la barbilla, ponía los ojos en blanco, bizqueaba, hasta que, por fin, con un espasmo largo, continuado, jadeando y babeando , se corrió en la imperial boca, que ahora no dejaba de succionar, ávida de aquella leche que generosamente le ofrecía Régulo a chorros calientes e intermitentes.

UN POEMA DE MUHAMMAD AL NAWADJI


Deseé que llegara el pelo
a sus mejillas, desde que hizo alarde
de seguridad y orgullo.

Dios entonces le otorgó una buena barba
y así añadió
a mi anhelo un anhelo distinto.

Por cada pelo que llegaba a su mejilla
lanzaba yo un nuevo suspiro
inspirado en la nostalgia que brotaba en mi corazón.

FILOFALOS



Fragmento extraído de la novela
Teleny de Óscar Wilde

Mientras nos besábamos con una avidez cada vez mayor, mis dedos acariciaban su cabello y la piel dulce de su cuello. Nuestras piernas se enlazaban, su falo erecto se frotaba contra el mío no menos rígido ni menos duro. Pegados el uno al otro de tal forma que poníamos nuestros cuerpos en el contacto más estrecho, jadeantes y agitados por violentas sacudidas, cubriéndonos de besos y de mordiscos. Me rodeó con sus brazos y me estrechó contra su pecho. Yo le abrace con los míos y a la luz de las linternas vi relumbrar en sus ojos un fuego de locura. Sus labios resecos por la sed de un deseo largo tiempo contenido se tendieron hacia los míos con expresión de dolor. Mientras nuestras bocas se pegaban la una a la otra, u mano, lenta e imperceptiblemente desabotonaba mi pantalón, se deslizaba por la abertura, apretaba mi camisa y se apoderaba de mi falo rígido y ardiente. Suave como la mano de un niño, experto como el de un puto, firme como un maestro de esgrima. Nada más rozar los dedos nuestros penes, la tensión excesiva de nuestros nervios el grado de nuestra excitación y el atasco de nuestros conductos seminales los hizo desbordarse. Por un instante de mí se apoderó un dolor violento en la raíz de la verga. Luego la savia de la vida empezó a fluir despacio, muy despacio, de las glándulas seminales; subió a la vulva de la uretra, a lo largo de la estrecha columna, como el mercurio en el tubo del termómetro, o como lava en la fusión de un cráter de un volcán. Alcanzó la cumbre, se abrió la rendija, los pequeños labios se separaron, y la crema viscosa brotó no en un chorro violento, sino a sacudidas, en gruesas lágrimas ardientes. Con cada gota que se escapaba, una sensación indescriptible e insostenible se produce en la punta de los dedos en la extremidad de los pies, en las células más profundas de mi cerebro, la médula de la espina dorsal y la de los huesos parecían licuarse, y cuando estas distintas corrientes, la de la sangre y la de las fibras nerviosas se encontraron en el falo, instrumento de músculos y de arterias, se produjo un choque terrible, una convulsión que aniquilaba a un tiempo el espíritu y la materia, apretados el uno contra el otro no podíamos hace otra cosa que tratar de ahogar nuestros suspiros mientras escapan las gotas de esperma..

15.6.10

CHILDE HAROLD


Un poema de Pedro Gandía


Llama y hielo sus ojos, sus sonrisa, sus miembros.
Acaba de cumplir diecisiete años-
En desorden de noche,
se entrega temerario a todos los excesos.
Y los astros se quiebran en su luz.

A cambio de un momento de su elixir de vida,
las almas se esclavizan a su fuego.
Fiel de Eros y de Thanatos,
exige de sus amantes un suicidio ritual.
El goce sacraliza todo crimen.

En sus ojos no brilla el arrepentimiento,
y no se sacia nunca de visiones.
rebelde a su destino,
no cruzará los mares para volver al útero.
las cenizas de la autonegación.

JACK Y ROY



Fragmento extraído de la novela Roy
de Roger Peryrefitte

Estaba en erección desde hacía un momento. El hombre se había apretado contra él, y el calor viril que invadía a Roy a través de los vaqueros lo había colocado súbitamente en aquel estado. Aún no te he dicho que me llamo Jack dijo el hombre ¿Y tú? / Roy Clear / ¿No te fumarás un cigarrillo antes de volver a casa?/ Si usted quiere/ El hombre le tendió un Winston y acto seguido el encendedor del coche. Después encendió su cigarrillo con el de Roy para observarlo más de cerca en la penumbra. Eres un encanto, dijo. Ya eres todo un hombrecillo, comentó mientras le toqueteaba el miembro erecto, pero te voy a enseñar la diferencia, añadió, exhibiéndose de pronto.

Roy contempló maravillado aquel sexo enorme que la luna envolvía en su resplandor; nunca había imaginado un aparato como aquel. Hasta entonces sus placeres habían sido solitarios, y tampoco había imaginado jamás que podría disfrutarlos con un hombre maduro. sin embargo, no se resistió cuando el otro le hizo agarrar aquel miembro que lo atraía, y se dejó hacer cuando su mano le abrió la bragueta. Los cigarrillos se habían apagado en el cenicero. Roy aún se había imaginado menos que una boca podía besarlo en la boca y después apoderarse de su sexo para descubrirle un placer nuevo. El resultado fue rápido para los dos. El hombre se secó con un klínex, secó la mano de Roy y devolvió los sexos a su lugar.

¿Volveremos a vernos? preguntó/ Sí dijo Roy / su voz sorda parecía aceptar todo un futuro, igual que había aceptado lo que acababa de suceder. El hombre abrió la cartera y sacó un billete de cien dólares. / Toma, es un regalo, dijo. No le cuentes esto a nadie. Roy hizo un gesto de rechazo, pero estaba fascinado; nunca le habían ofrecido tanto dinero. Dio las gracias a Jack y se guardó el billete en el bolsillo trasero de los vaqueros.

NO ME DEJAS


Un poema de J. Ricart

No me dejas que te bese
delante de mis poemas:
“tenemos que ser discretos
y guardar las apariencias”
No lo haré si tú no quieres,
yo te amaré a mi manera,
diré que eres lluvia, nube,
árbol o un viento cualquiera.
No describiré tu cuerpo
como un preciso teorema,
algunos de tus amantes
recordarían tus rectas.
No importa, te guardaré
lejos de la boca blasfema.
Seré el espejo en la noche,
luz que escribe en las tinieblas

CAMINO AL HOSTAL



Fragmento extraído
de la novela Una playa muy lejana
de Pedro Menchén


Con sus botas del Ejército bien betunadas, el pelo moreno y brillante, el flequillo cayéndole graciosamente a la derecha, las prendas (vaqueros, jersey gris y cazadora de cuero negra) tan nuevas que parecían recientemente en unos grandes almacenes, las manos grandes y viriles, aunque suaves y sin callosidades, y en general ese aspecto del que acaba de salir de la ducha un momento antes, era difícil creer que aquel chico fuese un vagabundo, tal como yo me había imaginado antes.

Nos dirigimos al hostal por aquellas oscura calles cuando comencé a replanteármelo todo: ¿Y si se trataba de una estratagema para engañarme y robarme? ¿Y si se había confabulado con sus amigos de la discoteca y me estaban esperando en algún sitio? ¿Cómo había sido tan confiado? aquel chico me la iba a jugar más tarde o más temprano. De acuerdo me dije resignado, me arriesgaré. Que sea lo que dios quiera.

Cuando llegamos al hostal los dedos me temblaban y a duras penas conseguí meter la llave y girarla dentro de la cerradura. Esperaba un golpe en mi cabeza o algo parecido. Sin embargo, abrí la puerta y no ocurrió nada. Subimos las escaleras en silencio hasta el segundo piso y de nuevo, al meter la llave en la cerradura, los dedos me temblaban. Tampoco ocurrió nada, y cuando me di cuenta, nos hallábamos dentro, mirándonos como dos desconocidos. Yo me sentía particularmente torpe, sin saber qué decir o qué hacer. Me ausenté un momento con la excusa del baño, y cuando regresé, Tino se había metido en la cama. Sus prendas yacían de cualquier manera sobre una silla. No me atrevía a mirarlo, tampoco podía sentarme, ya que no sabía dónde hacerlo. Fue uno de los peores momentos de mi vida. Finalmente me senté en la cama, sus pies, mirando hacia la pared. Mi mano, a través de las mantas rozaba una de sus piernas. No sé cómo ocurrió, pero poco a poco el roce se convirtió en caricia. Estaba bebido; si no, no me hubiera atrevido. No obstante, me sentía inseguro. Miré hacia Tino en busca de ayuda, pero él parecía ausente. Tenía la mirada extraviada, el pelo alborotado y en los labios una extraña sonrisa. Cada vez me parecía más guapo. Mi mano siguió rozando temerariamente por su pierna. De pronto, Tino hizo un movimiento brusco y yo me aparté. Entonces vi que levantaba las mantas y dejaba al descubierto su cuerpo desnudo. Yo me quedé paralizado por la sorpresa, incapaz de mirarle y mucho menos de tocarle. ¿Qué te pasa? Me preguntó ¿Por qué estás ahí? / Nada, balbucí, yo… / Te gusta mi cuerpo, verdad? / dijo contemplándose a sí mismo con autocomplacienca. / Me gustas tú, dije acercándome a él tímidamente. A continuación le cogí una mano y se la besé. Tino me miró divertido y condescendiente. Desde su pedestal narcisito parecía perdonarme la vida por ser infinitamente más viejo y más feo que él.

ALUMBRA LAS TINIEBLAS


Un poema de Javier Gato

Alumbra las tinieblas de mi garganta infecta
de hastío
con un potente rayo de empañado cristal batido
en tus testículos.
Parte mi úvula hambrienta en mil pedazos
a golpes de ariete
hazte dueño del aire que suplican mis pulmones
dosifícamelo con cada arcada,
penetrando hasta donde la gula se vuelve asco
por la vida más allá del orgasmo.
Aplasta mi voluntad con tus poderosas manos
y empuja, empuja
hasta que se vuelque garganta abajo
el reflejo de una clara de huevo cruda
con regusto luminoso a una vida abortada,
al cierre matutino de una discoteca.

7.6.10

EL CLUB HELLFIRE



Fragmento extraído de la novela
La bolsa de los juguetes de
David France


Andrew Crispo y Hal Borrouhs, una extraña pareja, se encontraban sentados en el bar en forma de herradura en el mismísimo centro del Club Hellfire, esnifando cocaína a través de una pajita de plástico. De vez en cuando rechazaban (siempre cortésmente) los intentos de un hombre casi desnudo que se arrastraba hasta ello por el suelo de cemento y solicitaba – rogaba, imploraba-. Tener el placer de chuparle los dedos de los pies. Un cortés “no” lo alejaba momentáneamente, mientras proseguía su ronda entre mocasines, tacones y botas militares que se movían por el salón en penumbra, a la altura de los ojos. Pero siempre volvía, como un perro que busca comida en la mesa de sus amos. ¿Por qué lo hace? Preguntó Hal, con su amable y redondo rostro irlandés ¿qué placer saca? El hombre, casi cincuentón, pareció muy dispuesto a explicarse, a pesar del momento y la situación. Se trataba de una penitencia, un autocastigo, una devoción a toda prueba, un servicio a sí mismo y a los demás, hombre o mujer, calzado o descalzo. Era su obligación realizar este servicio. Su castigo y su recompensa. La rienda de la disciplina y una desenfrenada exhibición de su íntima pasión: sisífea y dionisíaca.

Cerca del borde des escenario, había un cabestrillo de cuero que colgaba del techo y en el cual, de tanto en tanto, sujetaban con las extremidades bien abiertas, a un hombre o a una mujer, cuyas cavidades, ahora de fácil acceso, aceptaban sin reparos la introducción de objetos del tamaño de un puño. Muy cerca había a disposición de los prisioneros semidesnudos una celda con grilletes de metal y de cuero. La luz de un foco iluminaba la pared del fondo, y hacía parecer oxidados y fríos los barrotes de hierro. Alrededor de unas trescientas personas deambulaban por esta mazmorra atestada y sin ventanas, situada en el sótano de un edificio de dos plantas en la calle 14 este y la Novena avenida. Alguna de ellas vestían a la moda con pantalones negros y camisas: se daban un garbeo por el local antes de ir a algún otro sitio. Otros vestían arreos de cuero y botas de montar hasta los muslos. Había muchos desnudos que recorrían el bar como zombis, mientras otros, sobre todo los más jóvenes, con tejanos y ropa militar, llevaban las braguetas abiertas, con sus penes y testículos al aire.

Para llegar a los lavabos había que subir unos pocos escalones que comunicaban con una habitación de techo bajo situada literalmente debajo del tráfico escaso de la Novena Avenida. La puerta de un reservado diminuto estaba cerrada con llave; a través de ella llegaban los sonidos de unos abrazos amorosos. Esto dejaba libres sólo dos bañeras, que en este lugar cumplían la función de orinales. En lugar de los habituales recipientes azules con desinfectante que se encuentran generalmente en los urinarios públicos, en el interior de cada bañera había un hombre acurrucado. Una veintena de hombres y mujeres se alineaban delante de las bañeras. Esperando su turno para mear sobre los cuerpos de los hombres. Como también le habían entrado ganas de orinar, Hal Burroughs se sumó a la cola, unos cuantos puestos por detrás de su amigo.


Hijo de un padre tenía unas facciones que favorecían su exótica herencia femenina: l apiel dorada, labios bien dibujados, ojos negros y dos cejas circunflejas configuraban su hermoso rostro en forma de corazón. El pelo espeso como el de un visón,. peinado hacia atrás y muy corto por encima de las orejas, enmarcaba su frente con el clásico pido d ela viuda negra. Su nariz respingona y finamente cincelada, era herencia d esu padre. A pesar de su constitución delgada, su físico imprsionaba. los hombros