Fragmento extraído de la novela Roy
de Roger Peryrefitte
Estaba en erección desde hacía un momento. El hombre se había apretado contra él, y el calor viril que invadía a Roy a través de los vaqueros lo había colocado súbitamente en aquel estado. Aún no te he dicho que me llamo Jack dijo el hombre ¿Y tú? / Roy Clear / ¿No te fumarás un cigarrillo antes de volver a casa?/ Si usted quiere/ El hombre le tendió un Winston y acto seguido el encendedor del coche. Después encendió su cigarrillo con el de Roy para observarlo más de cerca en la penumbra. Eres un encanto, dijo. Ya eres todo un hombrecillo, comentó mientras le toqueteaba el miembro erecto, pero te voy a enseñar la diferencia, añadió, exhibiéndose de pronto.
Roy contempló maravillado aquel sexo enorme que la luna envolvía en su resplandor; nunca había imaginado un aparato como aquel. Hasta entonces sus placeres habían sido solitarios, y tampoco había imaginado jamás que podría disfrutarlos con un hombre maduro. sin embargo, no se resistió cuando el otro le hizo agarrar aquel miembro que lo atraía, y se dejó hacer cuando su mano le abrió la bragueta. Los cigarrillos se habían apagado en el cenicero. Roy aún se había imaginado menos que una boca podía besarlo en la boca y después apoderarse de su sexo para descubrirle un placer nuevo. El resultado fue rápido para los dos. El hombre se secó con un klínex, secó la mano de Roy y devolvió los sexos a su lugar.
¿Volveremos a vernos? preguntó/ Sí dijo Roy / su voz sorda parecía aceptar todo un futuro, igual que había aceptado lo que acababa de suceder. El hombre abrió la cartera y sacó un billete de cien dólares. / Toma, es un regalo, dijo. No le cuentes esto a nadie. Roy hizo un gesto de rechazo, pero estaba fascinado; nunca le habían ofrecido tanto dinero. Dio las gracias a Jack y se guardó el billete en el bolsillo trasero de los vaqueros.
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