Fragmento extraído del relato Piel canela
de Edmund White
Pablo se desnudó. No me besó. Se quitó los calzoncillos, escupió en su ancha y rechoncha polla y la apretó contra mi culo. No me abrazó. El culo me dolió muchísimo. me pregunté si las sábanas se mancharían de sangre o mierda. Pablo estaba echado encima de mí, apretándome la cara y le pecho contra el colchón. Entrando y saliendo con fuerza de mí. Me parecido que estaba a punto de cagarme y deseé poder contenerme. Tuve miedo de tirarme un pedo y de que eso lo repeliera. Olía a sudor rancio. Sentí el frío de su gruesa barriga presionándome la espalda. Respiró un poco más pesadamente y luego de repente, detuvo sus movimientos. Se apartó y se puso de pie. Debió de haber eyaculado. Ya lo tenía dentro. se dirigió hacia el cuarto de baño y se lavó el pene en la pila. Me senté en el borde la cama y me puse otra vez los calzoncillos. El indio se vistió, se llevó un dedo a los labios al abrir la puerta y sacó la cabeza para ver si no había nadie. Un par de años más tarde cuando mi padre descubrió que yo era gay dijo: Todo es culpa de tu madre, seguro, ¿cuándo fue la primera vez? Le obsesionaban los detalles. Estaba contigo, papá, dije con voz triunfal. Fue en Acapulco, con el indio que tocaba el piano en el club. Un año más tarde, hizo otro viajes con Kay a Acapulco, me dijo que había preguntado y que le habían dicho que al indio lo habían sorprendido metiendo mano a dos niños en el hotel, y que el padre de los niños, un mejicano rico de Ciudad de México, le había disparado unos cuantos tiros.
1 comentario:
como simepre muy bueno
Gracias
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