Traducción del catalán
de un artículo de J. Ricart
Como muchas denominaciones la etiqueta “literatura gay” surgió por parte de algunas editoriales ahora hace unos quince años como una estrategia más de mercado, ya que la orientación sexual no puede determinar ningún género artístico. Sin embargo, esto no significa que no haya existido con anterioridad. Sólo hay que recordar los primeros textos míticos del Gilgamés o la Ilíada, o los más conocidos sonetos de Bounarroti o Shakespeare. por tanto, sería más correcto hablar de libros de temática gay, de creaciones que intentan representar la multiplicidad del deseo (muchas veces simplificada hasta la caricatura) redefinir desde dentro la identidad como colectividad ( minoritaria y minorizada históricamente) y en última instancia, criticar ciertas actitudes y comportamientos sociales (marginación, miedo a la diferencia, homofobia, etc) Entre estas producciones podemos establecer dos corrientes: la de la igualdad (la más numerosas y aceptada) que defiende normalizar los hechos e incorporarla al canon tradicional, y la de la diferencia (queer) que se reivindica con una militancia política más comprometida al margen de los modelos heterosexistas.
Si hasta los noventa hay una subcultura hecha de sobrentendidos, de guiños más o menos crípticos dedicados al lector “entendido”, será a partir de esta década donde se trataré de un tipo de escritura más explícita con títulos y portadas más evidentes. En muchas novelas se deja de lado la ambientación marginal y se desplaza el erotismo centrado en el cuerpo, hacia una sentimentalidad que explora la afectividad entre personas del mismo sexo. Los protagonistas ya no son tratados de “pervertidos y enfermos”. Ahora son capaces de vivir sin complejos o angustias con una aceptación natural y consciente, cada vez más prematura, que les permite gozar de una sexualidad plena y saludable. El escritor asume sin tabúes su orientación, mientras que antes la autocensura le obligaba a utilizar terceras personas, seudónimos, elipsis y eufemismos. Incluso algunas propuestas van más allá y cuestionan algunos modelos y roles (hetero, homo bi) abriendo caminos a nuevos estilos de vida.
Desde un punto de vista sociológico hay que destacar la importancia de algunas editoriales con una clara línea militante como Egales, Odisea, Laertes, y otras que sin olvidarlo han estado “gayfriendly” como los libros del índice, la sonrisa vertical o muchos títulos de Anagrama. Subsidiariamente las librerías especializadas han contribuido a la difusión, no sólo como puntos de venta, sino como puntos de encuentro y de discusión (Berkana, Cómplices, Antinoo) este hecho debemos añadir el fomento y consolidación de algunos premios, veteranos como el del Casal Lambda o cuantiosos como el de la Fundación Arenas
Concretamente en nuestra ciudad tenemos que recordar el trabajo de El cobertizo (1997-2004) más que una librería lgtb, una plataforma de difusión de la cultura gai que organizó numerosas exposiciones y charlas. Justo después de su cierre le sucedió caracteres una espaciosa librería en pleno centro, especializada en esta temática y en literatura francesa. Asimismo tenemos que mencionar algunas publicaciones como la Revista Idem que durante sus cuatro años de existencia fue un referente dentro del ámbito universitario, o algunos portales digitales, hechos en nuestra casa como la Biblioteca de Akenaton que intentan traspasar fronteras y llegar a aquellos lugares donde aún imperan la represión y la censura.
Pasando a un listado de autores valencianos, más o menos, representativos comenzaremos por la prosa desenfadada de Lluis Fernández desde sus inicios con El anarquista desnudo, Vicente Molina Foix, con grandes ingredientes humorísticos y que ha sabido abrirse a un público más amplio. En esta misma tónica son igual de interesantes algunas novelas breves que han utilizado como argumento la experiencia homosexual como El Gladiador de Chueca de Carlos Sanrune, Tánger de Vicente García Cervera, o El cuaderno rojo, una autobiografía anónima. Dentro de la poesía después del legado, más o menos velado de Gil-Albert, tendríamos que reseñar el amor elegíaco de Francisco Brines, el exotismo orientalista de Pedro Gandía, la valentía de Biel Mesquida con El país donde los hombres aman a los hombres y el casi desconocido José Mª Ribelles con más de treinta títulos sin publicar. En el teatro Francisco Ors y su Contradanza todo un escándalo ya en el estreno. En el ensayo son de cita obligatoria la teoría artística del tándem J. García Marqués / J. Vicente Aliaga, o la mirada crítica de Albert Mira en títulos ya clásicos como De Sodoma a Chueca.
Como muchas denominaciones la etiqueta “literatura gay” surgió por parte de algunas editoriales ahora hace unos quince años como una estrategia más de mercado, ya que la orientación sexual no puede determinar ningún género artístico. Sin embargo, esto no significa que no haya existido con anterioridad. Sólo hay que recordar los primeros textos míticos del Gilgamés o la Ilíada, o los más conocidos sonetos de Bounarroti o Shakespeare. por tanto, sería más correcto hablar de libros de temática gay, de creaciones que intentan representar la multiplicidad del deseo (muchas veces simplificada hasta la caricatura) redefinir desde dentro la identidad como colectividad ( minoritaria y minorizada históricamente) y en última instancia, criticar ciertas actitudes y comportamientos sociales (marginación, miedo a la diferencia, homofobia, etc) Entre estas producciones podemos establecer dos corrientes: la de la igualdad (la más numerosas y aceptada) que defiende normalizar los hechos e incorporarla al canon tradicional, y la de la diferencia (queer) que se reivindica con una militancia política más comprometida al margen de los modelos heterosexistas.
Si hasta los noventa hay una subcultura hecha de sobrentendidos, de guiños más o menos crípticos dedicados al lector “entendido”, será a partir de esta década donde se trataré de un tipo de escritura más explícita con títulos y portadas más evidentes. En muchas novelas se deja de lado la ambientación marginal y se desplaza el erotismo centrado en el cuerpo, hacia una sentimentalidad que explora la afectividad entre personas del mismo sexo. Los protagonistas ya no son tratados de “pervertidos y enfermos”. Ahora son capaces de vivir sin complejos o angustias con una aceptación natural y consciente, cada vez más prematura, que les permite gozar de una sexualidad plena y saludable. El escritor asume sin tabúes su orientación, mientras que antes la autocensura le obligaba a utilizar terceras personas, seudónimos, elipsis y eufemismos. Incluso algunas propuestas van más allá y cuestionan algunos modelos y roles (hetero, homo bi) abriendo caminos a nuevos estilos de vida.
Desde un punto de vista sociológico hay que destacar la importancia de algunas editoriales con una clara línea militante como Egales, Odisea, Laertes, y otras que sin olvidarlo han estado “gayfriendly” como los libros del índice, la sonrisa vertical o muchos títulos de Anagrama. Subsidiariamente las librerías especializadas han contribuido a la difusión, no sólo como puntos de venta, sino como puntos de encuentro y de discusión (Berkana, Cómplices, Antinoo) este hecho debemos añadir el fomento y consolidación de algunos premios, veteranos como el del Casal Lambda o cuantiosos como el de la Fundación Arenas
Concretamente en nuestra ciudad tenemos que recordar el trabajo de El cobertizo (1997-2004) más que una librería lgtb, una plataforma de difusión de la cultura gai que organizó numerosas exposiciones y charlas. Justo después de su cierre le sucedió caracteres una espaciosa librería en pleno centro, especializada en esta temática y en literatura francesa. Asimismo tenemos que mencionar algunas publicaciones como la Revista Idem que durante sus cuatro años de existencia fue un referente dentro del ámbito universitario, o algunos portales digitales, hechos en nuestra casa como la Biblioteca de Akenaton que intentan traspasar fronteras y llegar a aquellos lugares donde aún imperan la represión y la censura.
Pasando a un listado de autores valencianos, más o menos, representativos comenzaremos por la prosa desenfadada de Lluis Fernández desde sus inicios con El anarquista desnudo, Vicente Molina Foix, con grandes ingredientes humorísticos y que ha sabido abrirse a un público más amplio. En esta misma tónica son igual de interesantes algunas novelas breves que han utilizado como argumento la experiencia homosexual como El Gladiador de Chueca de Carlos Sanrune, Tánger de Vicente García Cervera, o El cuaderno rojo, una autobiografía anónima. Dentro de la poesía después del legado, más o menos velado de Gil-Albert, tendríamos que reseñar el amor elegíaco de Francisco Brines, el exotismo orientalista de Pedro Gandía, la valentía de Biel Mesquida con El país donde los hombres aman a los hombres y el casi desconocido José Mª Ribelles con más de treinta títulos sin publicar. En el teatro Francisco Ors y su Contradanza todo un escándalo ya en el estreno. En el ensayo son de cita obligatoria la teoría artística del tándem J. García Marqués / J. Vicente Aliaga, o la mirada crítica de Albert Mira en títulos ya clásicos como De Sodoma a Chueca.
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