2.5.13

EL JOVEN Y EL MAYOR



Fragmento extraído del relato
Una noche de Hervé Guivert


 El joven lleva la mayor a una habitación. Es de noche. En seguida el joven enciende la lámpara con una luz muy intensa como para protegerse de ella. Al instante, el joven le dice al mayor “Te marchas a las cuatro de la mañana” Se desnudan. Se tumban en la cama. Y entonces el joven, a la intensa luz, ve bajo la piel del mayor toda un red de venillas rosáceas que le repugnan un poco, observa su vientre, que es ya un poco grueso, y su erección, del mismo carmín vislumbrado bajo la piel del rostro. Él no está empalmado y esa erección también le asquea un poco, pero es un asco muy leve, casi indiferente. Entonces el joven, que se dejaba acariciar, se echa de repente sobre el mayor. El joven tiene gestos de una gran ternura, de un gran afecto, y dirige su azul mirada, la tiernísima mecha de sus cabellos, hacia el mayor, que replica, considera oportuno replicar. “No, no me marcho, me quedo” El mayor protesta. Ruedan juntos hacia un lado y hacia el otro y de pronto el mayor se mete en la boca el sexo del joven. Entonces el joven se estira, sonríe con una sonrisa muy amplia bajo la luz, aún muy intensa, y lanza gemidos de animal muy joven. El mayor quiere apagar esa luz que da a cada partícula de piel una apariencia de carne, de carne comestible, lo ve claramente en él. El mayor se sacia con la dulzura de los hombros del joven, esa carne no tiene la menor apariencia de carne comestible, sino de un fruto o un tejido muy suave. El joven se niega a apagar la lámpara, teme encontrarse en la oscuridad con ese hombre, quiere verlo con nitidez, y que nada pueda quedar oculto, ni siquiera en plena voluptuosidad, que le ha procurado esa boca, ha cerrado una sola vez los párpados. Se quedan así tres horas uno junto al otro, o uno sobre el otro, rodando juntos sobre la sábana, besándose, y el mayor quisiera que ese instante no tuviese nunca fin. Pero busca, precisamente el joven quiere que ese instante tenga un fin muy próximo, se levanta y su rostro cobra cierta dureza, la luz ha seguido encendida y ya la debilita el amanecer del veranos: Dice “Yo voy a dormir en el suelo, tú quédate en la cama” Una vez más el mayor protesta y quiere reunirse con él en el suelo, peor la mirada del joven se vuelve aviesa y el mayor vuelve a la cama y se queda dormido. A las ocho de la mañana, el joven zarandea al mayor y le dice “ Son las ocho, déjame la cama y vete” El mayor quiere reanudar, torpe, la ternura y el más joven se lo impide. Se despiden sin siquiera saber sus nombres.

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