18.6.12

INUTIL RESISTENCIA


Fragmento extraído de la novela


Pompas fúnebres de Jean Genet


Le cubrí de besos el cuello, la sien y dándole la vuelta por primera vez, con autoridad soberana y segura de sí, la nuca. Como al principio, estábamos sentados en el borde de la cama, este movimiento obligó a Paulo a apoyar el vientre en este mismo borde, con el rostro hundido en el terciopelo y el pachá germánico a cuestas obre la espalda. Era la primera vez que en la vida que se hallaba en esta postura. (…) Encima de él, la presencia era encrespada y total: llevaba en piernas y muslos la cara exacta de otras piernas y otros muslos. Sus miembros aceptaban que los dominaran, descansaban en ello. Como la arista de la cama, aunque blanda, le oprimía el vientre, hizo, para liberarse de ella, un leve movimiento que le levantó la grupa y respondí a tal llamada con una presión mayor. Un nuevo dolor obligó a Paulo a repetir el movimiento, a procurarle alivio al vientre y yo me hundí más en él. Volvió a hacerlo y yo lo acosé más, luego los movimientos de cadera, más rápidos y breves desencadenaron aquella tempestad provocada por un malentendido. Diez veces volví a hacer lo mismo y Paulo, aunque tenía el vientre aplanado, se quedó quieto. Notó más claramente cómo, a través del pantalón azul, mi verga le abrasaba las nalgas y se las hería. Se empalmó y, cuando un segundo después, la cogí y le di un tierno apretón con la mía, su mano derecha, aquella mano grande, gruesa y ancha, se volvió dócil, tranquila, y musitó: Gracias.

 
Volví el cuerpo de una sola vez, despacio, hacia el chiquillo, y mis manos buscaron los botones. Quise abrir la bragueta y bajo mis falanges, a través de la tela azul, el bulto de la verga me descargó en el brazo una sacudida eléctrica. Yo también me abrí el pantalón. Fue entonces cuando, para dejar libres los ojales, tuve que volverme algo más hacia él, alzarle ligeramente el vientre, y mi mechón, misteriosamente compuesto de cabellos, le rozó la nariz a Paulo, que se atrevió a atraparlo suavemente con la punta de un dedo de uña negra y roída. Hitler resplandeció como un Apolo.









1 comentario:

Félix Esteves dijo...

Muy interesante tu blog. Llegué a él buscando información sobre el Faraón Akenatón, pero mayor fue mi sorpresa que me encuentro con tu blog pleno de literatura gay. gracias por compartir tan grata información.
Un fuerte abrazo desde Caracas
Fèlix Esteves