16.4.12

UN CUADRO






Un poema de Denis Cooper

Siendo más joven cuando salía a gatas de mi cuarto
con alguien a medianoche. Nos escabullíamos
por calles que conocíamos como por ósmosis
para luego mirar a través de ventanas iluminadas
buscando a otros chicos. Muy de vez en cuando
pillábamos a uno desnudo, agachado, y cogiendo algo,
con sus nalgas separándose como nubes tormentosas.
Entones nos poníamos de rodillas, con el mentón
sobre el alféizar y nos machacábamos las pollas sin piedad
hasta acabar soltando el chorro, molinillos de saliva
coronando nuestras bocas. Jamás llegaron a pillarme,
y nunca hablé de ello, crecí acostumbrado
a ese modo de conseguir sexo y todavía hoy
degusta de esa guisa, en la fila de atrás del Teatro
del Hombre macho, donde el puño de un tío mayor
bombea bajo la chaqueta que tengo sobre las rodillas,
o en uno de esos baños en los que unos hombres follan
y otros miran, utilizando lo que ven
como los desconocidos usan a sus mujeres.
Somos felices apiñados de ese modo,
rozándonos unos contra otros en un bar
y olfateándonos el culo como si fuera comida.
Nos parecemos a los perros cuando quieren follar,
con el reluciente vacío de esos ojos que sólo saben
ver una cosa. Un temblor nos invade la mirada
allí donde los guapos se vuelven más feos
y los feos monstruosos. Se nos escapan las palabras
como pedos que no podemos controlar. Poseemos
un hedor celestial, hablamos como en las novelas baratas
y comemos de los demás como caníbales,
caníbales esnobs de mierda que sólo quieren caviar.

No hay comentarios: