6.2.12

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Un poema de José María Ribelles


Aún oculto el sabor de lo vivido,
el triste fracaso de no lograrte
distinto, abrazo siempre de muerte,
tal una fulguración de lo idéntico.

Tu reducida contigüidad, este
mudo viaje simultáneo, que te trae
al final de la noche, tal un término
feliz o comienzo mejor de todos.

Falto de suelo, de viento, de ley que
ampare cuando fuera menester
para vivir dignamente y feliz.

No puedo acallar este dulce deseo
de serte cuerpo vivo y no la sombra
herida de una pasión en fuga.

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