
Un poema de Rafael José- Díaz
Permanece tu cuerpo entre mis manos,
convertido en cenizas.
Ellas limpian mis dedos
de los despojos de sí mismos.
¿ No ves, ahora, en la noche, las yemas
iluminadas?
Pero es sólo un fulgor que no puede durar,
como tampoco
duraba el fuego de tu cuerpo
entre mis brazos.
Y así, mis manos deben entregar
ahora tus cenizas a las manos
del viento, que, invisibles,
las han de ofrecer a las manos de la tierra.
Tu cuerpo seguiría latiendo
en la memoria de mis manos
o en el temblor secreto de los mundos.
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