5.9.11

AMOR VIOLENTO



Fragmento extraído de la novela
Los ángeles caídos de Eric Jourdan

Con sus golpes Pierre me convertía en su esclavo, cuando en realidad lo que debería haber hecho es alejarme d él. En primer lugar, yo era lo bastante cruel como para soportarlos, luego demasiado cruel par ano disfrutar de ellos y no desear devolverlos y por fin increíblemente cruel como para amarlos. A Pierre le encantaba golpearme; ese insulto me hacía más grande ante sus ojos, ya que él sabía que sólo se pegaba a los hombres. Mi fuerza encontraba así su orgullo y mi cuerpo su voluptuosidad. Más incluso que los azotes en las nalgas, me gustaban, por el ruido que hacían, los golpes en la espalda y en las piernas. Ésos eran los más dolorosos: tenía que morderme los puños para no gritar. Pierre se entretenía sobre todo en los muslos, porque se volvían rojos y su calor casi le hacían correrse cuando se revolcaba sobre mí. Con los primeros golpes, yo trataba de escuchar tan sólo el cinturón restallando en el aire y me dedicaba a contar cada segundo para olvidar mi humillante postura; desde luego me imaginaba en el lugar de Pierre y a él acostado a mi merced. Yo era él bajo el látigo. Entonces sentía la dominación de los golpes y me abandonaba a ellos, tensando mi cuerpo para que pudieran inscribir mejor en mi piel. Eso duraba un buen rato; cuando yo no me estremecía, Pierre me acariciaba la espalda y las nalgas con la mano y luego seguía pegándome con le cinturón. Expulsaba su aliento con la misma violencia que el esperma. Yo le llamaba, llamaba a su cuerpo, quería poseerle; sin embargo, para él no había más que un desenlace: entrar en mí para ser yo. Su rabo me provocaba un dolor atroz; yo mordía su brazo y él me agarraba la nuca con los dientes, mordiéndomela hasta hacer sangrar. Poco a poco, mi placer superaba esa violencia y cuando, con un grito, él me anunciaba el estallido de su placer, yo me apoderaba de él y le sometía a las mismas salvajadas.

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