Un poema de Raúl Gómez Jattin
Sabía agradar con su belleza y sus sonrisas
y su juventud sensual de hembra en flor.
perezoso.
no le gustaba pensar ni trabajar.
Vivía de los hombres.
Y pasaron hombres por su vida
como un tren por encima de un tierno animal
y sólo dejaron un gato viejo y reseco.
una sonrisa decrépita y lastimosa.
Ah endeble señor de piel manchada y ojos tristes
cómo debes sufrir ante el espejo
añorando lo perdido.
Avaro esplendor que se comió la vida
que vuelve en sueños cada noche
exigiendo memoria.
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