9.3.11

SE MIRA PERO NO SE TOCA



Fragmento extraído del libro
Los perros de Hervé Guibert



Es necesario que te merezcas mi sexo, a cuatro patas vas a intentar liberarlo de su ganga, con la punta de los dientes exclusivamente, procurando no tocarlo nunca, no ensuciarlo nunca con la punta de los labios, he acercado la boca a su calzoncillo, lo he olido, su olor genital me ha entrado por las ventanas de la nariz como un almizcle, una cocaína me ha dicho: ni siquiera eres digno de respirarme, es un óbolo que te doy, relámete y gime un poco más para mostrarme tu placer de perro, con la punta de los dientes he intentado bajar el grueso elástico que retenía su calzoncillo, ha restallado varias veces y él se ha quejad, pero aún no ha utilizado el látigo, a cada torpeza se contentaba con hundirme más profundamente con la punta del pie el falo negro en el culo, no he logrado hacer bajar el elástico, entonces ha intentado alzar uno de los bordes del tejido, cerca de la ingle, para dejar salir su polla y sus huevos, su perfume se ha reavivado bruscamente se ha soltado de la ropa y me han tirado en las mejillas, pero al instante él me ha alejado el rostro de ellos tirándome del cuello hacia un lado de la correa, me ha dicho te doy permiso sólo para admirar mi sexo ¿ lo ves? aún está amoratado por el tejido, ya sé que estás absolutamente ansioso de metértelo en la boca y chuparlo, metértelo en la garganta, tragarlo y asfixiarte con ñel pero te lo prohíbo, para eso tendrás que suplicarme y llamarme amo, adorar mi sexo, ámalo, cómetelo con los ojos y sueña con metértelo en la boca.

Te prohíbo que te lo metas en la boca, conténtate con olerlo, con pasar la nariz pegada a él, para acariciarlo, cómetelo aun más con los ojos, te permito que babees encima, que tanto te atormenta el deseo de jalártelo, ante esa orden mi saliva, largo rato retenida ha empezado a chorrear desde lo alto de su glande y a deslizarse a lo largo de todo el aparato, hasta los pelos, a bañarlo, y cada vez le brincaba más, me ha dicho no te quejas bastante, y me ha retirado las pinzas de los senos para volverlas a colocar en otro sentido , a fin de que me hirieran aún más, ha dicho. Ahora vamos a jugar a un juego, te voy a dejar que te metas mi sexo en la boca, pero te prohíbo que lo toques con la lengua, tan sólo quiero sentir en tu boca el vacío de tu aliento, tu hálito caliente, si una de tus mucosas osa rozarlo siquiera, recibirás un castigo, se ha retirado completamente el elástico del taparrabos y ha dejado que se deslizara por las piernas. Ha dicho después va a ser un a mordaza excelente para ti. Ha cogido el anillo de cuero y se lo ha puesto en torno al sexo para aprisionarse los huevos e inflarlo aun más y que todas las venas se le tensaran, listas para estallar bajo la piel fina.

Yo seguía acuclillado a su pies, arquead y gimiendo, he abierto la boca al máximo, como me pedían que la abriera en la escuela para verme las amígdalas y le he rodeado con ella el sexo, procurando no tocarlo, por el desplazamiento de su brazo he notado que agarraba las disciplinas, durante unos segundos no ha ocurrido nada, los dos absolutamente inmóviles, reteníamos el aliento. Entonces mi lengua ha tenido la desgracia de tocarle el glande y al instante las correas del látigo, que colgaban contra mis nalgas y las acariciaban con movimientos regular, se han puesto a azotarlas con perfidia, ese golpe ha sido para mis maxilares como un separador de cirujano, una escuadra de hierro atravesada en la boca, apenas podía respirar, de nuevo me ha soltado la saliva y le ha bañado abundantemente el sexo que seguía tieso, inflado en mi boca a unos milímetros de mi lengua.


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