Fragmento extraído del relato
Dos corazones de David May
Uno de los chicos más arquetípicos a los que Jon se follaba era Danny. Era dulce y desaliñado, con una sonrisa tímida, una boca perfecta tanto para besar como para follar y unos enromes ojos castaños que se humedecían con lágrimas cuando el dolor se hacía insoportable; aquel chico había logrado despertar el interés de Jon como pocos lo habían conseguido desde la muerte de Craig. Nada era tan dulce como un beso salado, unos labios manchados de lágrimas o un esclavo agradecido. Nada se la ponía tan dura. Al beso bañado en lágrimas le seguía un polvo rápido, violento brutal, que dejaba a Jon sollozando de gratitud; a menudo alcanzaba el clímax sin ni siquiera tocarse – con las manos atadas a la espalda todo el tiempo- y acababa tan agotado como Jon. sin embargo a pesar de todos sus encantos, Danny no quería nada más de Jon. Jon era uno de los muchos hombres a los que se entregaba de forma habitual, y todos sabían que Danny no había encontrado aún el hombre de su vida. Sin embargo, Danny reconfortaba el corazón de Jon con sus sollozos y sus lágrimas, su agonía le consolaba una y otra vez y le proporcionaba una noche de sueño reparador
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