Un poema de Javier Gato
Soltamos todas nuestras ropas sobre unos apuntes
de la carrera de Informática
y nos echamos a dormir,
adheridos el uno contra el otro
a pesar de la temperatura.
A veces,
desvelados por el calor,
nos despertábamos y cambiábamos
de postura,
no sin antes mirarnos a los ojos,
sonreírnos
y lamernos el sudor de nuestras caras
a la manera en que se besan los leones.
Su pelo rubio,
húmedo de transpiración,
lucía ambarino.
Era un calor agradable.
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