29.11.10

C-3-3




Un poema de Juan Carlos Mestre

Vino a verme sin haber sido invitado y me dijo: ¡Siéntese!
Le contesté: No le permito que nadie me hable de esa forma.
Supongo que ha venido a disculparse.
Entonces le pregunté: ¡usted nos acusa de tener una conducta indecente!
me contestó: No digo que la lleven, pero parece.
Pero parece.
Le ordené que abandonara mi casa.
Me dijo que no lo haría.
Le contesté que lo haría sacar por la policía.
Me dijo que sería un escándalo desagradable.
Entonces salí al vestíbulo, y señalando a mi criado, le dije:
Este es el marqués de Queensberry, el más infame bruto de Londres.
Él dijo: usted cree que eso es cierto.
Yo dije: Raramente pienso que lo que escribo sea cierto.
Añadí: Yo no he hecho semejante cosa.
Él me dijo: Esa no es una respuesta.
Entonces le contesté: Esa es la única que le puedo dar.
Él me preguntó: ¿Es esta una carta común?
A lo que repuse: Todo lo que escribo está fuera de lo común.
Quiso saber si había cenado con él. Sí, le contesté.
Insistió: ¿Le dio una cena excelente?
Nunca he hecho otra cosa, yo siempre lo hago todo excelentemente,
Qué era, me preguntó.
Estaba empleado en el cementerio de San Pablo, le contesté.
¿Existe alguna razón para afirmar que su esposa había solicitado el divorcio?
Ni la más mínima, repuse.
Ahora bien, caballeros, este es uno de los hermosos poemas:
Soy la vergüenza que camina junto al amor
No es del señor Wilde.
De todas las dulces pasiones la vergüenza es la más hermosa.
- ¿Puede responder qué es lo que significa?
- ¡Claro que no!
- Usted hacía regalos a esos jóvenes
- Tengo debilidad por obsequiar a mis relaciones con cigarreras.
- En realidad es un hábito bastante caro, ¿no es cierto?
- Menos extravagante que regalar ligas enjoyadas a las damas.
- Por qué eligió las palabras “mi muchacho” para dirigirse a él.
- Era como un pequeño soneto de Shakespeare.
- ¿ Las ventanas estaban cubiertas por cortinas?
- Sí, pero no eran cortinas oscuras.
- ¿ Niega que las sábanas estuvieran manchadas’
- Yo no examino la ropa blanca cuando me levanto, no soy una mucama.
- Caballeros, ¿han llegado ustedes a un acuerdo sobre el veredicto?
- Sí.
- ¿Y yo? No puedo decir nada, Su Señoría?

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