Fragmento extraído de la novela
El edificio Yacubian de Alaa Al aswani
Una noche Hatim se emborrachó y se sintió dominado por un deseo ardiente. Bajó al centro de la ciudad a las diez (la hora de cambio de turno de los policías reclutas, que todos los homosexuales conocen y se dejan caer para pescar algún amante entre los soldados) Hatim examinó los soldados rasos preparados para el cambio de turno. Fue cuando vio a Habd Rabuu (que se parecía mucho a Idris), se lo llevó al coche, le dio dinero y con él flirteó hasta conseguir seducirlo. Más adelante Abd Rabuu intentó con fuerza e insistencia librarse de la relación con Hatim. Por su larga experiencia en el amor homosexual, éste sabía que los homosexuales activos principiantes como Abd Rabuu frecuentemente sienten un enorme culpa de pecado, que se transforma en amargura y odio profundo hacia el homosexual pasivo que lo ha seducido, pero también es consciente que la experiencia homosexual, a fuerza de repetirla y con el sabor del placer, se transforma gradualmente en un auténtico gusto para el homosexual activo, por más que al principio lo odie y lo rechace. Así erala relación ente Hatim y Abdah, vacilante entre la proximidad y los intentos de romperla.
Ayer Abdah dejó el bar Chez Nous huyendo de Hatim, pero éste lo atrapó e insistió hasta que se lo llevó al piso. Antes de hacer el amar se bebieron una botella entera de vino francés. Por la mañana, Hatim, relajado, se estaba acostado en la bañera. Rendido a los chorros de agua caliente que dispara la ducha y que le caían encima como un ejército de hormigas. Sonriendo, recuerda su apasionada noche con Abdah, a quien le había encendido el deseo y que había exprimido su cuerpo en numerosas y repetidas descargas. Hatim se incorporó, se secó delante d el espejo, se limpió con cuidado las partes más íntimas y se las fregó con lociones perfumadas. Se puso un albornoz de cachemir, salió del baño hacia el dormitorio y contempló a Abdah, que dormía: su rostro oscuro intenso, sus labios carnosos, su nariz africana aplastada y sus pobladas cejas que dan al rostro su aspecto viril. Se inclinó y lo besó. Abdah se despertó y abrió los ojos lentamente Buenos días… Bon jour, susurró Hatim con delicadeza, sonriendo. Abdah se incorporó un poco y se recostó en el cabezal de la cama, descubriendo su amplio pecho oscuro, cubierto de un bosque de pelo espeso. Hatim continuó besándolo…
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