12.4.10

AMOR DE MADRUGADA


Un poema de J. Ricart

Después de tomar un par de cervezas
paseamos vestidos de sonámbulos,
desmigando multitud de besos
para marcar el camino de vuelta.
Varias veces los faros de algún coche
nos sorprendieron cogidos del brazo,
pero a esas horas fantasmas, no importa,
la ciudad era totalmente nuestra.
Llegamos a un hostal de dos estrellas,
sacaste del bolsillo una llave:
los dos reímos, quizá la bebida.
Subimos. Deshacemos las dos camas.
Me pongo el vaquero… y nos decimos
adiós como dos viejos camaradas.

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