Fragmento extraído de la novela
Las noches salvajes de Cyril Collard
Samy venía de ve en cuando a dormir a casa. Nos la pelábamos, yo se la mamaba y a veces él también me lo hacía. Me descargaba dentro de su boca y después iba a escupir su semen al lavabo. Si encendía la luz del cuarto de baño y me miraba al espejo, no veía el rostro gris de un parisino deprimido y enganchado al sexo como quien depende de la droga: la pintura naranja de la pared le daba un tono dorado. Pero, al brazo izquierdo, el grano malva crecía. Me negaba a creerlo. No nos dábamos por culo. Pero era más por la falta de ganas que porque yo le hubiera dicho que era seropositivo y que había que ir con cuidado; parecía más bien que a él no le importara. Narcisismo, interés, necesidad de seducir se habían mezclado y Samy se había liado en los asuntos de Sergio; fotos con el torso desnudo con pantalones de cuero, películas de video arte donde le filmaban el culo desde todos los ángulos, emergiendo de las sábanas de un hotel londinense o amoldado en unos tejanos, y haciendo con mímica el amor con el cuerpo luciente de una máquina tragaperras. Vuelvo tarde. Samy apila la coca encima de un espejo con una hoja de afeitar. Tiene los ojos brillantes. Ha ido al barbero, tiene el pelo afeitado de los lados, un poco más largos sobre el cráneo. Me d aun beso. Dice: ¿Te has ido a mamarla en un aparcamiento? he cenado con Bertrand. He hecho dos líneas, esnifa una, me alarga la caña, aspiro la coca y dice. Yo he vuelto a casa del André.. No ha estado mal. No te pido detalles, cuantas tías se ha tirado, ¿si ha pegado al señor André? no quiere decir nada. Se me pone detrás, me aprieta las nalgas, siento que se empalma. Me empuja hacia mi habitación. Tengo gana de follar contigo, quítate los pantalones. Me desnudo, le desabrocho los pantalones, le bajo los calzoncillos. Me pongo de rodillas sobre la cama, con la espalda derecha. Los brazos extendidos, las palmas contra el colchón: posición de perra. Tengo a Samy al lado, se escupe la mano, se unta el capullo de saliva, yo también escupo, me mojo el agujero del culo. Hace dos años que no me dan por culo. La última vez fue con Kader, entre las ruina de una ciudad arrasada. Digo. Ponte un condón. No tengo. Coge uno del lavabo. No ¿Sabes lo que haces? te he dicho que no. Hay un estallido blanco dentro de mis ojos cerrados. Este chico está pirado; o bien me quiere, o quizás sólo quiere riesgo, una llamada la vacío, un desafío a la rutina. Grito de placer. Soy hembra. Me tumbo y veo sus ojos medio abiertos. Lo cojo por los hombros, después por los riñones, empujo su cuerpo más adentro del mío. Me la pelo. Gozamos.
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