Un poema de Pedro Gandía
Una de esas bellezas de lujo y raza. Glaucos
ojos tras los que erraba el duque de Frenuese.
En la pista de baile, irrumpe como un sueño
sometiendo el placer.
Edecán de los hielos en brazos de la música.
un gesto suyo aboca al reino del no ser.
Su entreabierta camisa expone el halo mórbido
de un nenúfar d’enfer.
Al alaba, se retira solitario a su alcoba.
Y el espejo le jura que no ha de envejecer.
masturbado en el otro, su esperma se desliza
por el amanecer.
En el gélido fuego de su virginidad.
impera día y noche.
Y no se quema nunca.
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