Fragmento extraído de la novela
La historia particular de un chico
de Edmund White
¿Los has cogido alguna vez los dos en una mano? Me preguntó. No, le dije ¿cómo se hace? / Primero tiras saliva en la mano, que te quede bien mojada.¿Ves? después.. Ven hacia aquí, sube un poco… se juntan así. ¿Se está bien eh? Sí, dije, sí que está bien. Como que sabía que no me permitiría que le diera un beso, coloqué mi cabeza detrás de la suya. Y sin decir nada, los labios contra su nuca. Tenía un cuello suave, largo, delgado demasiado delgado comparado con la medida de la cabeza, en aquello también parecía una criatura. Al calentarse los dos cuerpos, noté una ligera exhalación de su olor, que no era agria como la de los adultos, sino acre, el aroma de la cebolla tierna bajo la lluvia. / ¿Quién comienza? Preguntó/ ¿A encular? Me parece que nos tendremos que poner así. / No funcionará sin material. Yo comienzo, dije. Aunque había puesto mucha cantidad de saliva, tanto en él como a mí. Continuaba diciendo que le hacía daño. Sólo había penetrado un par de centímetros cuando me dijo: Salte fuera, enseguida. Estaba acostado a su lado, la espalda contra mí. Pero yo podía ver por encima de su mueca de dolor. / Ostras! parece que me hayan atravesado con un cuchillo. El dolor se le calmó y con el coraje de un escolta exclamó: venga, vuélvelo a intentar. Pero poco a poco, y me tienes que prometer que te saldrás cuando yo te lo diga. Esta vez fui entrando milímetro a milímetro, haciendo una pausa entre etapa y etapa. Notaba cómo se le relajaban los músculos. / Ya la tengo adentro? preguntó / Sí / ¿Del todo? / Casi. Ahora ¡sí que ya está! / ¿De verdad? Estiró la mano hacia su ingle para comprobarlo. Sí que está comentó. Pues venga, me ordenó, ahora entras y sales, pero poco a poco. Intenté unas embestidas más y le pregunté si le hacía daño. Hizo que no con la cabeza. Flexionó las rodillas en dirección al pecho y brincó alrededor de mi cuerpo. Le pasé un brazo por encima del cuerpo bello y flexionándolo encima de su pecho, tenía unas costillas sorprendentemente pequeñas, incluso podía contarlas; ahora que se había relajado del todo podía penetrarlo cada ve más adentro. Qué sensación más agradable que un niño tan fuerte y musculoso…
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