6.9.09
NADIE
Un poema de Javier Lostalé
Las venas del cielo se hunden entre las palmeras
con fogonazos pálidos que, súbitos, iluminan el mar,
y una bóveda de silencio nublado
moja al solitario con una claridad de sombras ausentes.
En cálida intemperie avanza
entonces por la luz de lo destronado,
investido del resplandor de los cuerpos sellados.
Florece el solitario en el puro cansancio de nadie
y se consuma cada noche
en la exhalación de lo que no existe.
Feliz es el solitario, pues sangre sin nombre,
le conquista para el sueño.
Aurora del tiempo expulsado
desvaría con el corazón de lo que no amaneció.
Sin mirada pasa el solitario
ciego en la espuma por alumbrar.
Atento sólo a su destino de dios sin criatura
arde en su propia quimera.
Por eso nadie ve
a quien por nadie se deshabita.
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