VII
Cómo es bello seguirte,
oh joven que te ondulas
calmo en la ciudad nocturna.
Si te paras en una esquina, lejano
me quedaré yo, lejano
de tu paz – oh ardiente
soledad mía.
VIII
Desde las nubes de polvo de carbón
me saluda una sonrisa toda blanca.
Pero el ángel de madera del barco
mira los urinarios tristes y olorosos
improvisados en los rincones – rivales
o amigos queridos de las palmeras rojas.
Mis amigos los urinarios... ¿Pero yo
no tiendo acaso al monte en donde encuentro
- lejano el mar y el olor perverso –
al adolescente perfumado de higos?
No hay comentarios:
Publicar un comentario