30.5.09

UNA CENA CON MICHAEL


Fragmento extraído de la novela
El silencio roto de Mariano García Torres

Se llama Michael. Tal vez porque me miraba sin intentarlo, intensa y tímidamente; mi cuerpo atrayente. Me repite su nombre mientras cenamos a las seis y media, y esta vez hago intención de recordarlo, al menos, un par de horas. Yo estoy con él, pero no estoy con él. Comemos casi en silencio… Anochece. Michael mira el reloj varias veces. Cuando nuestras miradas se cruzan, sonríe; su sonrisa es muy dulce. En algún momento ha debido decirme que tiene poco tiempo, que está de paso, que esta noche tomará un autobús para Jalapa en cuya universidad asiste a un curso de no sé qué- Terminamos la cena y caminamos con lentitud hacia mi hotel. Me va contando algo sobre su país, sobre su terruño Minnesota, creo. Yo sigo sin escucharle. Sobre la mesilla aún descansa mi almuerzo envuelto en papel de estraza. El hotel está en silencio. Sus manos acarician mi piel despacio, sus ojos, inmensamente negros, me miran con fijeza; siguen conservando la misma dulzura, pero hay algo más en ellos, algo difícil de describir y que yo tampoco pretendo analizar porque Michael está de paso por mi cuarto, de paso por mi cuerpo; sólo por mi cuerpo. Sin embargo, él parece ya no tener prisa. No mira el reloj, cuando sin duda era el momento de mirarlo; permanece en silencio con la vista perdida en el techo, donde yo pierdo la mía con gran frecuencia. Intento levantarme y, ante mi sorpresa, Michael me retiene.


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