26.6.08

RITO DE INICIACIÓN


Fragmento extraído de la novela

Mundo Macho de Terenci Moix

En el atrio, cerca de la piscina, había dos pequeñas columnas de mármol negro, en las cuales no era la primera vez que reparaba, pero sin preguntarme nunca si podían tener otra utilidad que la estrictamente decorativa. Después de una breve ceremonia que tenía algo de iniciación litúrgica, el hermoso Astor golpeó el gong y Atavachí trajo una cadenas de oro con las que me ataron de manos y pies a las pequeñas columnas, y me dejaron allí abierto, en forma de aspa, postura que en los tormentos del Mundo Macho representaba la figura digna de los privilegiados. Además, como según Astor, las primeras veces, percibiría dolor, aquella postura me dejaba la cabeza en libertad para echarla hacia delante o hacia atrás, de acuerdo con el impulso que solicitara mi cuerpo en busca de un alivio desesperado. Seguidamente cerré los ojos, puse los miembros en tensión y me mordí los labios mientras oía los pasos de Astor, que se alejaban a fin de tomar más impulso con la distancia.

El primer latigazo hendió el aire, me golpeó la espalda y yo grité de una forma desgarradora. “Y si tú pudieras verte con mis ojos, atado de este modo con la espalda sangrando.. Ah serías digno del Mundo Macho. Y cada latigazo te hará desear uno más. lo pedirás como si fuese una dádiva preciosa, monseñor, porque tu vida, tu sentido de la existencia, ya no puede prescindir de esta maravillosa sensación, de ese aprender que tu cuerpo, tu voluntad, vencen con grandeza la incomodidad que los más débiles consideran fatal”

Retrocedió y volvió a azotarme; al principio, haciendo una pequeña pausa entre uno y otro azote; después, muy seguidos, hasta que la espalda llegó a ser una gran llaga que mi apuesto guardián acudió a lavarme con hiel y vinagre mientras yo le insultaba con la autoridad que me confería mi sagrado despotismo.

La cotidiana aplicación de aquella disciplina alcanzó pronto una complicidad entre víctima y verdugo que convertía el tormento en un simple ejercicio de estudiante, como los trabajos de caligrafía. Es cierto que el adiestramiento del machismo implicaba dolor; pero yo me daba cuenta de que Astor tuvo razón cuando alegaba que el sufrimiento soportado con regularidad me capacitaría para aceptarlo cada vez con mayor complacencia.

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