Viajaban con el polvo
a través de Tejas y hacia la costa oeste,
donde las películas porno
los lanzarían al estrellato
como piedras bien pulidas.
Se desnudaban, djaban que una lengua
se introdujese entre sus dientes
abriendo sus labios, que sus vaqueros
se llenasen de propinas
y a´si tocar el cielo con los dedos,
Por una o dos mamadas había hombres
que los llevaban en sus coches,
atravesando el país
Será tan fácil, decían exaltados,
camino al Oeste. Pero los trataban
sin ninguna delicadeza; primero usados
y después tirados al borde de la carretera,
con nuevos moratones y el culo
esperando a que le orientase
la siguiente alma caritativa.
A través de Nuevo México, Arizona,
y el sur de California ya han ido
demasiado lejos, y tienen marcas
que indican lo que hacen con sus cuerpos,
como los coches de conductores ebrios.
Cuando al fin llegan a Los Ángeles
están tan gastados
como su viejas botas de vaquero,
medio ciegos, desganados;
su deje convertido en balbuceo.
¿Y ahora qué vamos a filmar?
pregunta el decepcionado director
rodeando con sus brazos a los chicos
que se habían puesto en sus manos
para los toques finales.
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