30.10.12

EL HIPEREMIADOR



Fragmento extraído de la novela Roy
de Roger Peryrefitte


En el centro de una habitación muy iluminada había una tabla ancha y en la que se había practicado una abertura, sobre la que estaba tumbado un chico de unos doce años, con las manos y los pies apoyados en unos taburetes. Un consolador accionado eléctricamente entraba y salía de su trasera, mientras un hombre mayor manipulaba la bomba de un tubo de cristal similar al de la tienda y dentro del cual estaba la verga del chaval. El tubo se sujetaba al vientre mediante un rodete de caucho, y la verga, a medida que el otro iba bombeando, se iba inflando desmesuradamente. Parecía la sesión de demostración después de las explicaciones verbales. El cliente al que Roy y Otis habían visto entrar se estaba masturbando delante del chico. Era una variante, subida de tono, de las cabinas descritas por Ramsey. La llegada de los dos amigos excitó aún más al masturbador, que se acercó al joven empalado para correrse en su cara.

Fiel al papel de macarra amistoso que quería desempeñar, Otis, se puso a acariciar a Roy, como para hacerlo participar en la fiesta. Pero la fiesta parecía haber concluido, al menos para uno de los actores. Sacaron al chaval de la picota y le quitaron el tubo y el consolador, que nadie movía ya. Con unos pañuelos de papel se limpió la cara y el trasero.

¿No te apetece probar? preguntó a Roy al que Otis había bajado la bragueta- ¿Por qué no? respondió altivamente, igual que había respondido a la primera oferta de cocaína. Todo los que fueran placeres nuevos le parecía irresistible. Se desnudó, se tumbó sobre la abertura de la tabla, sintió entrar y estremecer su trasero el consolador, que ya se había desinfectado, y después, con una sensación extraña sintió cómo el tubo del cristal le envolvía la verga, que enseguida empezó a aumentar de volumen y de erección, mejor aún que con el velo de la untuosa cocaína que tanto le gustaba aplicar a Ramsey. Comprendió lo que le había dicho le chico, ya que se corrió aún más rápidamente d elo habitual. El hombre del hiperemiador había estado agitando frente a sus ojos su miembro enorme (más enorme aún que el de Jack) y el cliente se manoseaba dispuesto a repetir (No te corras encima de mí) Mientras Otis dejaba que el chavalito lo masturbase. Estas voluptuosidades subterráneas, compartidas con personas a las que no conocían, sedujeron a los dos amigos.



1 comentario:

Sex Shop dijo...

Muy buenooo!!!!