7.6.12

CAMBIO DE PAPELES


Fragmento extraído de la novela
De incógnito de Matthew Rettenmund


Me tomó de sus manos y se desabrochó la camisa. Se quitó la ropa y me atrajo hacia sí hasta colocarme encima de él, instruyéndome como si yo tuviese demasiado miedo de tocarle. Cuando se despojó de sus calzoncillos, vi algo que cien millones de fans de todo el mundo sabían con certeza que no verían en su puñetera vida: la marca del bañador y la maravilla que se extendía más allá de ella. Alan condujo mis manos por su cuerpo bronceado, firme y suave, indicándome qué partes debía tocarle, pellizcarle, agarrarle… existe cierto grado de irrealidad en el hecho de pegarse un revolcón con un cuerpo perfectamente formado y cultivado. Para algunos hombres, los cuerpos como el de Alan son el Santo Grial, aun para los hombres que, como yo, se han resistido a sucumbir ante la desfasada idea de las proporciones griegas como ideal, del culto al cuerpo en los gimnasios como bien supremo. Aunque había decidido que la perfección física no era la meta más alta de esta vida, frente al perfección de Alan no me quedaba más remedio que idolatrar la y maravillarme… como un crío a quien santa Clase le ha traído un juguete que ha pedido por navidad. Alan no tardó demasiado en colocar sus brazos detrás de la nuca y permitirme tomar el relevo. Enterré mi cara en su cuerpo, mordisqueando y lamiendo su piel salada de los hombros al pecho y del abdomen a los muslos. Dejé que su erección chocase contra mis mejillas mientras le succionaba cada uno de sus rotundos testículos, alejándolos de su cuerpo con mi boca hambrienta. Separó las piernas y dejó que me lo comiese vivo, que sofocase su carne con mi sed.Recorrí cada rincón de su cuerpo con la lengua y las manos, y acabé detrás de él, rodeándolo con los brazos, apretando su culo contra mi polla, todavía dura, mientras lo masturbaba. La blancura de su pelvis me dejó empalmado como si no me hubiese corrido todavía. Su culo blanco emparedado entre los diferentes tonos de marrón constituía una preferencia nueva para mí, la clase de descubrimiento sexual que se hace más precioso con cada persona con quien te acuestas, una vez experimentadas todas las posibilidades. Su piel tostada por el sol convertía su polla y su culo en imanes, no… en objetivos visuales: atraían mis ojos yacían que desease mantener la boca perpetuamente pegada a ellos, aferrarme a su culo con las manos mientras mi propio pene, más moreno, lo separaba con embestidas calculadas.



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