9.3.12

RICHARD AUN ES VIRGEN





Fragmento extraído de la novela
Más allá del límite

Richard era un muchacho más bien bajo, pero de complexión bien robusta, unos pocos meses mayor que Stephen. Tenía el rostro agraciado, como el de un querubín, abundante pelo largo y dorado y, como Stephen no tardó en advertir, unos muslos no menos dorados. Llevaba el pelo con u flequillo largo y rizado que siempre se le caía pesadamente sobre los ojos y que solía apartarse soplando por encima del labio superior, un atractivo hábito que a Stephen, desde el momento en que lo advirtió por primera vez, le pareció indescriptible sexy. Era un chico popular, en parte por su apariencia, en parte, porque era alegre e ingenioso, pero sobre todo porque era simplemente un buen chico. Era amistoso sin hacerlo pesado, siempre estaba dispuesto a charlar y ayudar a otros chicos menos inteligentes con sus problemas académicos y gozaba de un carácter alegre y de un trato fácil. Además era virgen, y un viernes, en que les tocó hacer junto el entrenamiento de campo a través, Richard admitió ante Stephen, jovialmente y sin rastro de vergüenza, que acariciaba la idea de perder la virginidad tan pronto como fuera posible. Aquello constituía una proposición tan inconfundible y desvergonzada que Stephen se quedó demasiado sorprendido como para morder el anzuelo. El resultado fue que se pasó el fin de semana obsesionado por la imagen del agraciado rostro de Richard, de su largo y dorado pelo y sobre todo de sus dorados muslos. Se pasó la mitad del tiempo masturbándose con voluptuosidad y la otra mitad maldiciéndose virulentamente por haber sido tan ciego, tan estúpido y tan lento a la hora de aceptar la proposición del siglo que le habían puesto en bandeja.

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