13.12.11

DESEOS DE SANGRE



Fragmento extraído de la novela
Los ángeles caídos de Eric Jourdan


La oscuridad y una multitud de muchachos altísimos, de pie, como un bosque rojizo nos rodeaban, junto a nosotros había un pilón de mármol negro para recoger la sangre; el contraste de todo ese rojo y ese negro resaltaba la palidez de nuestros cuerpos. El cuchillo brilló al sacarlo de su funda y el ruido sordo del cuero al caer al suelo cubrió la acelerada respiración de Pierre. Le agarré el brazo enseguida. Nuestros pechos chocaron; Pierre tenía la boca entreabierta. La hoja se deslizó sin esfuerzo en suave satén de su espalda y la punta, al hundirse, vaciló. La piel vomitó un riachuelo rojo que serpenteó por sus músculos. El pecho de mi primo se endureció aún más. Me lancé sobre la herida, bebiéndome la sangre, sorbiendo con todas mis fuerzas aquel néctar vital que procedía de su corazón .La sangre de Pierre era dulce y salada, me embriagaba a medida que iba llenando mi boca; luego, tras haberla bebido, su calor me aletargó. Finalmente me aparté de aquella fuente de embriaguez: tenía la sangre de Pierre dentro de mí, como si el amor viril, mediante un gesto misterioso, reencontrase la aniquilación de su propio cuerpo en el del amante, más allá de la sangre, más allá de aquel rito de una religión secreta, como la ofrenda de la madre que entrega su carne por el niño nacido de su propia sustancia y su propio placer. En nuestro amor, el que un muchacho sentía por otro, se encontraba se amor de la madre, así como el deseo del hombre de esclavizar al hombre. La sangre apagaba una sed, que cuando hacíamos el amor, ni la saliva ni el esperma de Pierre podían saciar completamente, ya que no se trataba de un deseo de mi cuerpo, sino del de convertirme del todo en los deseos del otro

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