
Un poema de Manuel Francisco Reina
Pues sólo tú quisiste
la adolescencia como un relámpago.
Por tus garras la tierna belleza raptada,
que escancia juventud sólo los dioses,
y tan sólo a los hombres
derrama el deseo.
Belleza encarnada en un nombre.
Átomos difuminados
de eternidad imprescindible.
Sustituyendo a la juventud misma,
como la flor al tiempo
asequible e indiferente.
Raptando para su aroma la carne
y la existencia,
convirtiendo lo que ya poseído
o lo que nunca se alcanza
en una constelación de vagas realidades.
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