26.10.11

OROGRAFIA POETICA




Fragmento extraído del conjunto de relatos
Alevosías de Ana Rossetti


Sentí su mano posándose en la mía, y en ese momento la música se abrió como una flor que todo lo engullera, excepto la sensación de su caricia como un cuerpo desnudo desperezándose en la palma de mi mano, como la delicada suavidad de las larvas al moverse. Y su pulso era un diminuto corazón que quisiera escapar, que empujara loco por verter su sangre sobre el puño de mi camisa. Sus dedos eran la alusión de un designio, la inmediación de un suceso, una música transcurrida por los litorales de mis manos. Y en su mano yo lo recorría, lo exploraba por entero. Desde la lisura visible de su frente hasta la pulpa de su misterioso laberinto. Yo me aprendía su espalda y medía sus muslos, me adentraba en sus pálidas axilas, me encimaba en las oscuras almenas de su pecho, indagaba en la humedad de sus ingles y sucumbía en sus nalgas, ahogándome en su estrecho pasaje. Mi tacto era ojos, besos, arco, sendero, oquedad, llave: el tacto de mis dedos era amor. Mi tacto era el dueño único de sus cabellos luminosos y de sus negros rizos. Era una copa colmada de él y él me embriagaba: en las uvas de sus ojos, en sus mullidos labios, en su suave concha de sus oídos, en sus fresones gemelos, en el cáliz empapado de su sexo y en sus nalgas. Yo sólo existía en el pedazo de piel que cubría su piel.


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