21.2.11

EL DESCUBRIMIENTO DE NINO


Fragmento extraído de la novela
El exiliado de Capri de Roger Peyrefitte


Sus pasos lo habían llevado hacia el túnel que acaban de construir bajo los jardines del Quirinal. A la entrada vio a un obrero de unos quince años que amontonaba en una cesta baldosas destinadas al revestimiento de una pared. Una nube de yeso que empolvaba su rostro subrayaba su belleza. Su nariz recta, sus grandes ojos castaños, sus labios carnosos, sus largas pestañas, negras como su pelo, formaban un conjunto noble y suave. Era como ver, reducido a un trabajo servil , a uno de los jóvenes príncipes cuyos bustos se veían en el museo del capitolio. Su pantalón mostraba sus piernas firmes y finas; su camisa de mangas remangadas mostraba brazos que ya eran los de un hombrecito. Cuando hubo llenado el cesto lo puso sobre uno de sus hombros y se dirigió hacia donde Jacques fumaba un cigarrillo mirándolo. Como si el peso de esa mirada fuera más pesado que el de su fardo, el niño alzó sus ojos, pareció halagado por la atención que provocaba y una sonrisa descubrió sus dientes blancos. Dejó a Jacques petrificado. ¿El Amor habría resucitado y disfrazado de albañil acababa de sonreírle a la entrada del túnel? ¿Jacques iría, nuevo Esseac a partir hacia la belleza sobre la barca de los lustrabotas y de los pequeños floristas? Su traje de Debacker, su camisa y su corbata de Charvet, sus zapatos de Hellstern ¿Tenían acaso algo que ver con esos andrajos y esos zapatos deformados? Por supuesto, no ignoraba con Balzac que el placer no necesita estar “vestido de raso”, pero no se trataba de placer. No era tampoco el sueño de su infancia que renacía en ese niño. Soñaba otra cosa. Concebía otros placeres: elevar a un ser por encima de su condición, corregir la injusticia social, vengar a la juventud y a la belleza.

No hay comentarios: