20.12.10

EN LA PLAYA



Fragmento extraído de la novela
Confesiones de una máscara
de Yukio Mishima

Había llegado el verano, y con el verano habían aparecido en mis axilas los primeros brotes de negra maleza, en modo alguno igual a la que Omi tenía allí, aunque indudablemente reales. Allí estaba, pues, el rasgo de parecido con Omi que necesitaba para mis fines. No cabía la menor duda de que en mis deseos sexuales intervenía le propio Omi, pero tampoco cabía negar que este deseo tenía por objeto, primordialmente, mis axilas. Estimulado por una multitudinaria conjunción de circunstancias – la brisa salada que estremecía las aletas de mi nariz, el fuerte sol de verano que lanzaba sobre mí sus rayos ardientes y me producía dolor en hombros y el pecho, la ausencia de formas humanas al alcance de mi vista – me entregué posprimera vez en mi vida al vicio, al aire libre, bajo el cielo azul. Y elegí, como objeto de mi acto, mis propias axilas. Una extraña pena estremecía mi cuerpo. Ardía en una soledad tan fuerte como le sol. Llevaba los calzones de baño, de lana azul marino, desagradablemente pegados al vientre. Despacio bajé de la roca y penetré en la charca de agua atrapada junto a la playa. Mis pies, dentro del agua, parecían blancas conchas muertas y a través del agua, podía ver con toda claridad el fondo, moteado por las conchas y con móviles ondulaciones. Me arrodillé allí y esperé la llegada de la ola que rompía en aquel instante y que avanzaba hacia mí con un rugido violento. Me golpeó en el pecho, casi cubriéndome con su rompiente cresta. Cuando la ola retrocedió, quedé lavado de mi corrupción. Junto con las aguas en retirada, junto con los incontables organismos vivos que en ellas había - microbios, semillas de plantas marinas, huevos de peces- mis millares de espermatozoides habían sido absorbidos por el mar espumeante y arrastrados lejos de mí.


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