Fragmento extraído de la novela
Generation of love de Matteo Bianchi
Breve consulta a la Biblia. El local más próximo resulta ser una cervecería en con el lúdico nombre de Monopole. Pagamos la cuenta y salimos a la aventura. No tenemos que alejarnos, pues el Monopole se encuentra a unos veinte metros de nosotros, y cuando entramos Alberto está a punto de desmayarse. La cervecería es un local espartano y lleno de humo, frecuentado sobre todo por cowboys urbanos: aire franco y viril, pelo corto y mucho bigote. Para Alberto, amante del macho genuino, esto es como el paraíso. / ¿Todo esto es un sueño, verdad? dice mirando a su alrededor. Claudio le da una palmada en la espalda. / No, querido, es live. Tenemos el tiempo justo para beber algo, pues Alberto está superado por la emoción. / Vámonos no creo que pueda soportar esto la primera noche. Afirma, abriéndose paso entre aquellas páginas centrales del Honcho en carne y hueso y saliendo rápidamente del local. Vamos detrás de él por espíritu corporativo y damos un paseo, inspeccionando y echando una ojead a todos los bares de ambiente que encontramos. Tras breves paradas en locales de poca monta, como el Chez Manfers o en grandes pilares del turismo homo, como el célebre April, terminamos en la Habana, un local nuevo, no señalado aún en la Biblia. Nada más poner el pie en el local doy gracias a Dios, a la Virgen y a todos los santos por haberme hecho maricón, porque yo no había visto hombres tan guapos en ninguna otra parte. Leo frases de agradecimiento parecidas en los ojos de mis compañeros de viaje. Amén. La habana tiene tres pisos, en los primeros hay barras y mesas para charlar y tomar algo. En el último está la discoteca. La belleza de los camareros no tiene precedente en este tipo de empleo: sus músculos parecen esculpidos, como si fueran culturistas. Claudio se enamora rápidamente de uno de ellos. Como la emoción se libera por vías naturales, abandono a mis amigos, allí mirando a su alrededor; y me voy a buscar los servicios, que encuentro, después de buscar durante un buen rato al final de la escalera. ¡Menudo descubrimiento! Dentro del baño, los urinarios están formados por un enorme espejo por el que se desliza una corina de agua. Enfrente hay una escultura hiperrrealista de un hombre en el acto de orinar con chorro incorporado. Aproximarse a esa criatura de facciones (y fisiología) tan similares a la realidad resulta extremadamente inquietante y casi inhibitorio. Los estímulos desaparecen de la misma forma que aparecieron. y después de meneármela un poco sin resultado, decido que e mejor desistir y volver abajo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario