20.9.10

JUGAR CON FUEGO


Fragmento extraído de la novela
El padre de Frankenstein
de Christopher Bram


Ahora Whale quiere ver al muchacho simplemente porque María se opone. Sin embargo, le parece que quiere algo más de Boone. ¿Qué? Treinta años antes la respuesta habría sido de lo más sencillo: llevárselo a la cama. Antes del ataque, la respuesta habría sido igual de sencilla: verlo desnudo. Y ese deseo, la suave violencia de despojar a un hombre de sus ropas debe ocultarse en algún lugar de la atracción que siente por él. El jardinero es un desafío mayor que la mariquita de Kay, mucho más fácil de desnudar, pero el desafío es parte del atractivo. Whale consigue ver a Boone con más nitidez en el ojo fracturado de su mente: dos puños como dos mazas, esa mirada de animal mudo. Parece un ser irracional, peligroso, el clásico asesino americano. Sí, Boone le da miedo, pero es excitante que otro ser humano nos dé miedo, un miedo más agudo y más real que el agotador miedo a perder la cabeza, a la memoria incontinente y a los dolores imaginarios. Necesita jugar con fuego. Quiere regalarse los ojos con una pantera, aunque sólos sea para salir de sí mismo unas horas. Y si la fiera se lo come, bueno… que a uno se lo coman vivo es más emocionante que ser consumido poco a poco por sus propios cortocircuitos. Es una idea descabellada, ridícula. Un marine podría perder los estribos y darle una trompada. ¿Qué placer hay en ello? ¿Por qué ha de ser tan tentador y hasta excitante?

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