Un fragmento extraído de la tragedia
Eduardo II de Christopher Marlowe
EDUARDO: Gaveston, bienvenido, no me beses la mano, sino abrázame como yo a ti. ¿Por qué te arrodillas? ¿No sabes quién soy? tu amigo, tú mismo, un segundo Gaveston. No fue Hylas más llorado que Hércules que tú de mí desde que fuiste al destierro.
GAVESTON: Y desde que partí ningún ánima del infierno ha sufrido más tormento que el pobre Gaveston.
EDUARDO. Ya lo sé, hermano, acoge a mi amigo y no dejes conspirar a los traidores Mortimer ni a ese altanero conde de Lancaster. He cumplido mi deseo de regocijarme, Gaveston, con tu presencia y antes tragará mi tierra el amor que sostendrá el barco que haya de alejarte de aquí. Ahora mismo te hago Lord Gran Chamberlán, Primer secretario de Estado y mío, conde de Cornualles y rey y señor de Man.
GAVESTON: Señor, esos títulos exceden con mucho mi mérito.
KENT: Hermano el menor de ellos puede bastar para hombre de mayor nacimiento que Gaveston.
EDUARDO: Basta, hermano; que no puede tolerar esas palabras. Tu mérito, tierno amigo, supera con mucho mis dones. por tanto, para igualarlo, recibe mi corazón. Si por esas dignidades eres envidiado, aún te daré más, porque Eduardo, para honrarte, te concede su favor real.¿ Temes por tu persona? Tú tendrás una guardia ¿Necesitas oro? vete a mi tesorería. ¿Deseas ser amado y temido? recibe mi sello. Perdona y condena y en nuestro nombre manda lo que tu mente juzgue o plazca a tu capricho.
GAVESTON: Me bastará poseer vuestro amor, porque teniéndolo, me creeré tan grande como Censar entrando en las calles romanas con cautivos reyes ante su carro triunfante.
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