22.2.10

UN POEMA DE CATULO




A ti, Aurelio, me encomiendo
y mis amores. y te pido un discreto favor:
que si alguna vez en tu corazón deseaste
mantener puro e íntegro el objeto de tu amor,
me conserves puro a ese muchacho.
No digo de la gente, nada remo de esos
que van de acá para allá, en la plaza,
ocupados en sus negocios respectivos;
a quien temo es a ti y a tu pene,
fatal para los muchachos cándidos y para
los viciosos. Muévelo por donde quieras y como
quieras, cuando lo lleves fuera, para el ataque;
sólo a éste exceptúo; es creo un modesto deseo.
Pero si tus malos instintos y lujuria
sin freno te llevan, malvado, a tan grave delito
como atentar, con tus insidias contra mi persona,
¡a, entonces, qué desgracia la tuya y qué triste
suerte! Te abriré las piernas, y por esa puerta
abierta te entrarán rábanos y berenjena.

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