Fragmento extraído de la novela
Carajicomedia de Juan Goytisolo
Un día apuntándome ya el bozo en los besos y el vello en la entrepierna, un fraile compadeciéndose de mis tiernos años y del modo que me criaban. Con palabras mansas y gestos sosegados, los ojos en la tierra, inclinados con honestidad, quiso saber mi pobre estado y triste condición. Habló con mi madre como temeroso y espantadizo, haciendo a los pechos cruces con los brazos, juntando las manos y alzando los ojos al cielo. Bien sé cuánto le queréis al muchacho. Y con juras melifluas y suaves y otras muchas maneras de suspiros, lágrimas y gemidos rogó y porfió que me retrajera de vivir entre las gentes. hallóse mi madre privada de fuerza y así se le secaron los ojos y me abrazó con ternura, hice un atillo con mis escasos bienes y seguí al santo fraile al convento. A mi venida al monasterio vi otros mozuelos de mi edad y estado, espulgados y peinado, a los que los benditos frailes regalaban y halagaban, dándoles joyuelas, dineros y cosillas por tenerlos contentos. Por dios vivo y verdadero, aquellos amadores del altísimo buscaban la compañía de ángeles para sus devociones y rezos. Por eso, comíamos a doble carillo, asistíamoles en la sagrada misa, compartíamos sus juegos. De noche, mi favorecedor, con una bermejez y acaloramiento que no procedían de rezar maitines, tomóme retozando mi vergüenza, riendo y jugando hasta ponerla arrecha. “Mucha ventura te hizo Nuestro señor, con la gordura y lozanía de tu complexión” Dijo. “ Cata, que mal haces con ella, contra el consejo que os doy no e natural sexo y por ende no tengas miedo ni temor a cuanto contigo hiciere. Cortos son los días del hombre y el señor y la natura no quisieren verte ruin y mezquino. Yo te sanaré la hinchazón con mi santo remedio” así con esas y otras doctas razones, cumplió sus obras y dejóme a solas. Mal dolor me hiciera si no quedé agradecido a aquel honrado fraile que cuidaba de mí, me vestía con ricas prendas, me agoraba la gloria del cielo. Como dije antes todos lo muchachos tenían el suyo y eran visitados de día y d noche por ellos y otros eclesiásticos y nobles venidos de fuera. A resguardo de los vicios y tachas de las malas mujeres, de sus mentiras y maldicencias, muchos nos tenían por santos y dábanos grandes limosnas en la iglesia para todas las obras de piedad.
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