Fragmento extraído de la novela
Carajicomedia de Juan Goytisolo
Un montaraz pero sabio argelino de labios voraces y feroz mostacho, cuyo túmulo de rigor adquiría una solemnidad columnaria. Con él el deseo tan grande de que esto marche y se dilate del que habla el fundador se convertía en sabrosa impaciencia. Con gran destreza mientras mordía, restregaba el bigote y apretujaba con encono las zonas erógenas del aspirante a sus gracias, encajaba el instrumento, dejaba poso, transmutaba el dolor en suspirada gloria. Lo encontraba a menudo en los edículos del bulevar de Rochechouart cercanos a la boca del metro de Anvers. a él se ajustan como anillo episcopal a dedo oblato estos dos consejos: “produce con tu ejemplo y tu palabra, un primer círculo y éste otro y otro cada vez más ancho y el deseo no será inútil si lo desfogamos en coacciones con santa desvergüenza” Saíd lunes favorecía también con sus celestiales dones a San Juan de barbe. su inagotable celo fue bálsamo y lubricante de ambos. Un mecánico cuyo cuello robusto, nuez prominente y orejas bulbosas, como caracolas o flores carnívoras, me recuerdan ahora las de mi amigo luchador de Esmirna. Era consolador de la beatas de la Adoración Nocturna. Vivía en un taruco del barrio de Stalingrad en el que arrechaba y ofrecía aún su pócima amarga a todas las almas cuitadas con un incansable afán de proselitismo.
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