Fragmento extraído de la novela
Teleny de Óscar Wilde
Eran sus primeros besos y una sensación la sacudió por entero como una corriente eléctrica. Sus ojos se inundaban de languidez ero cuando quise meter mi lengua entre sus dientes, su pudor se rebeló, se resistía y se negaba consentirlo. Como si fuera un trozo de hierro ardiente, como si cometiese un crimen abominable.. Hice oídos sordos a sus palabras y no tardó mucho mi lengua en penetrar por entero su boca. Lo tomé entonces entre mis brazos. Pero entonces el pájaro de alas temblorosas dejó de ser tórtola para convertirse en halcón de garras. Con el pico al aire. Nada excita más el placer que la batalla. Aquel combate produjo su efecto tanto él como sobre mí. Lo abracé, nuestros cuerpos estaban entrelazados, y se retorcía y suspiraba. Metía una pierna entre la suyas, su pecho palpitaba sobre el mío y no dejaba de darme golpes que no hacían más que enardecerme. Mientras yo apretaba mis labios contra los suyos, sentí estremecerse su cuerpo y una vez la punta de su lengua entró ligeramente en mi boca, y pareció enloquecer de placer. Empujaba muy despacio, pero les sentía retenido por toda partes, sobre todo en el interior, donde parecía había un serio obstáculo. Era como cuando está clavando un clavo en la pared y la punta encuentra una piedra: por más golpes la punta se aplasta, se dobla y se pliega sobre sí misma, así cuanto más empujaba la punta de mi herramienta se aplastaba y estrangulaba. Un vigoroso golpe de riñones me procuró más dolor que placer, era tal insistencia que mi ariete estuvo a punto de torcerse en la acción, las paredes apretadas y firme, al fin se dilataron, y mi pistón se encontró como metido en un estrecho guante, sin haber podido perforar. Cargó con la pesadez de un toro, de un golpe de riñones, el glande penetró, otro golpe lo hundió más adentro, y la mitad de la columna ahora será mí y sin preocuparle del daño de le hacía y que aún había de hacerle. Le estrechó con todas sus fuerzas y con una última sacudida más violenta que las otras, agujero la membrana, su príapo se hundió en las profundidades y desapareció en ellas por entero. Lanzó un grito agudo y penetrante, un grito de dolor y angustia.
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