Fragmento extraído de la novela
Chaperos de Dennis Cooper
Encontré a Brad en un chat, no tenía idea alguna del lío que había sobre él en esta página se describió como un adolescente guapo y un culo hambriento preparado para el más duro de los usos, y los abusos. le dije que yo era un sadomaso activo y me iba la humillación y se me ofertó por 800 dólares la sesión. Pensé que se pasaba de la raya, pero me dijo que era extraordinariamente bonito y era un cerdo y que se lo merecía, así que dije que vale. me dirigía su casa ya que me dijo que sólo atendía previa cita. Cuando abrió la puerta, me decepcioné un poco. Tiene un rostro hermoso, pero de facciones demasiado delicadas y ligeramente femeninas, Lo que no suele ser mi tipo. Pero después de unos minutos de charla y de mirar ese rostro inocente y adorable, me puse lo suficientemente cachondo como para empezar a meterle mano. Le pedí que se pusiera ropa que ya no le sirviera, y entonces se puso una camiseta y unos vaqueros con agujeros de los cuales les pude ver atisbos de sus piernas y sus nalgas sin un solo vello y con apariencia de porcelana. Tanto si era mi tipo como si no, parecían muy vulnerable y listo para una maravillosa tanda de azotes. Tomamos unas cervezas y empezamos a conocernos. Fue cuando me comentó algo acerca de la polémica que se había montado acerca de él en esta página. Estaba muy sobrado y hablaba sin parar acerca de sí mismo, y casi nada del montón de cosas que decía tenían sentido alguno, lo que hizo que yo deseara dominarlo aún más. Cuando le coloqué la cinta tapándole la boca y se apagó lesa vocecilla, la cosa se puso tan ardiente que estuvo a punto de estallar. Pude apreciar un bulto maravilloso en sus pantalones, así que lo cogí de los hombros y le di de rodillazos en los huevos cada vez más fuerte hasta que tuvo que doblarse porque le dieron arcadas y no pudo permanecer por más tiempo erguido, aunque aún así todavía la tenía dura como una piedra. Como le había contratado toda la noche me tomé mi tiempo. Desgarré sus prendas y estuve como dos horas trabajándomelo: me había traído un arsenal de dildos y su culo los engulló todos unos tras otro. Dejé el más grande de ellos dentro de él y le di de latigazos bien fuerte en la espalda, en el culo y las piernas, y con una pistola inmovilizadota en las ingles hasta que lloró y los mocos cayeron por su cara. No podía creer que ese chico tan débil pudiera soportar todo aquel tormento. Después de pellizcarle con violencia durante un rato los pezones, de castigarle la polla y los huevos, y de darle con el látigo sin miramientos en el pecho, el estómago y en los muslos, no pude aguantar un minuto más y me vacié sobre su cara con la corrida más intensa que yo haya tenido en mi vida.
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