Fragmento extraído de la novela
Generation of love de Matteo Bianchi
De pequeño sabía perfectamente de quién estaba enamorado. La cultura siempre ha reprimido d forme terrible los sentimientos infantiles, esforzándose tenazmente en hacernos olvidar que, durante la infancia, amamos de forma apasionada. Con un amor primario e instintivo como puede ser el sentimiento de un niño, pero no por eso menos real. Yo a los cinco años, estaba enamorado de mi primo Lorenzo. De mayor descubrí que ni siquiera se trataba de un primo, sino de un pariente lejano, hijo de la hermana de la tía de la abuela, vamos un culebrón de ese tipo. Normalmente acompañaba a su madre en ocasionales visitas a mi abuela, pero no le gustaba mucho seguir las conversaciones de las tías. Prefería sin duda jugar al lego conmigo, o escuchar mis historias de niño. Pronto me enamoré del primo Lorenzo. Mi familia es bastante tradicional. Hordas de parientes venían periódicamente visitarnos durante las fiestas de rigor o por pura casualidad dominical; sin embargo no recuerdo nada de aquel ejército de sobrinos, primitos y tíos, en primer, segundo y tercer grado según la escala Ritcher. la única imagen que vuelve a mi memoria, nítida como una diapositiva eterna, es el rostro sonriente del primo Lorenzo, prueba irrefutable de haber amado: sus ojos oscuros me miran fijamente con ternura, por encima de su bigotillo juvenil. Ahora con mirada retrospectiva, reconozco que era amor auténtico. Hoy muchos años después, cada vez que veo a un chico con bigotito y ojos oscuros mirando hacia mí, el corazón sin motivo me da un vuelco. Como si me viera obligado a experimentar de nuevo un sentimiento que nunca he olvidado del todo, aflora en los labios la sonrisa del niño que yo fui, que manda un último saludo al primer amor de su vida.
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