Fragmento extraído de la novela
El silencio roto de Mariano García Torres
Son las once y media de la mañana. He dormido un poco; Alberto, no. Durante dos horas se ha limitado a acariciar mi cuerpo con timidez (como acercándose despacio), repitiendo muy bajo “Eres hermoso” (como redimiéndose en la belleza) y , eso, me lo habían dicho muchas veces, pero en su voz suena de otra forma, con prosodia lejana de sensaciones renacida, pertenecientes a una época anterior a saberlo, a haberlo escuchado, a utilizarlo; sí, a utilizarlo. “Eres hermoso” Empleando un verbo en modo indicativo y en tiempo presente, con un calificativo casi olvidado. Aproximándose a mi vida y a mi cuerpo titubeando, sin hacer ruido, dulcemente. Recibir su dulzura con idéntica dulzura, con idéntica limpieza. Después todo m mi entorno presente que se torna pasado, que empieza a esfumarse a desvanecerse. Dormir una siesta, antes de que llame Alberto. Alberto; puede que sea cierto y te ame, a mi modo, después del amor, después del desamor, como una consonante de necesidad de desencanto simultáneos, como un cauce de energía que se traza, se conduce, se canaliza y se sabe que acaba perdiéndose en un mar inconmensurable e inútil. El silencio de la tarde inmóvil y mis ojos fijos en el techo donde días antes los fijara Michael.
No hay comentarios:
Publicar un comentario