Fragmento traducido del catlán,
extraído de la novela
L’amant del nois de Isidre Bravo
Nos quedamos callados, nos miramos y se pone a llorar. le cojo las manos, le aprieto los pies con los míos y me dice que no quiere que me vaya. Me siento desolado por él, impotente. Eso no es un juego y siento una lucha entre los sentimientos y el realismo. Si este chico fantástico me pudiera amar como a la Rita, me quedaría con él. Ahora mismo pienso que para toda la vida. Pero sé que no es así. Que se trata de otro tipo de afecto. me volvería loco a su lado sin recibir ninguna respuesta suya a la naturaleza más global de mis deseos. Y también sé que las diferencias de toda clase son demasiado grandes. Y aunque que yo encontrara trabajo aquí, puede que de profesor de instituto, dejaría muchas cosas que más tarde añoraría. Y ahora de una manera inmediata, siento todavía muy intensa la atracción de todos los países que quiero conocer en estos tres meses largos de viaje que me quedan. Lo que quiero es dormir cerca de él. Me dice enseguida, con naturalidad que dormiremos los dos en su cama. Poco a poco iré aprendiendo que en Nepal el hecho de que dos hombres duerman juntos no tiene ninguna connotación erótica. Debido a la escasez de comodidades y de espacio, es normal y frecuente que dos parientes o dos amigos duerman juntos. Estar a su lado, en su cama minúscula, es fantástico, un regalo inesperado del cielo. Me giro hacia él y le pongo la mano en el pecho. Después me pongo mirando el techo y él se apoya en mi hombro. Nos cogemos de la mano. Él ha dispuesto con cuidado la mosquitera. Nos decimos buenas noche y nos preguntamos el uno al otro si estamos bien. Me cuesta dormir. Hace calor. Yo estoy casi desnudo y él está abrigado, plácidamente, dentro de su pijama y tapado por una especie de edredón fino que de día cubre la cama. Cuánta ternura siento por él.
L’amant del nois de Isidre Bravo
Nos quedamos callados, nos miramos y se pone a llorar. le cojo las manos, le aprieto los pies con los míos y me dice que no quiere que me vaya. Me siento desolado por él, impotente. Eso no es un juego y siento una lucha entre los sentimientos y el realismo. Si este chico fantástico me pudiera amar como a la Rita, me quedaría con él. Ahora mismo pienso que para toda la vida. Pero sé que no es así. Que se trata de otro tipo de afecto. me volvería loco a su lado sin recibir ninguna respuesta suya a la naturaleza más global de mis deseos. Y también sé que las diferencias de toda clase son demasiado grandes. Y aunque que yo encontrara trabajo aquí, puede que de profesor de instituto, dejaría muchas cosas que más tarde añoraría. Y ahora de una manera inmediata, siento todavía muy intensa la atracción de todos los países que quiero conocer en estos tres meses largos de viaje que me quedan. Lo que quiero es dormir cerca de él. Me dice enseguida, con naturalidad que dormiremos los dos en su cama. Poco a poco iré aprendiendo que en Nepal el hecho de que dos hombres duerman juntos no tiene ninguna connotación erótica. Debido a la escasez de comodidades y de espacio, es normal y frecuente que dos parientes o dos amigos duerman juntos. Estar a su lado, en su cama minúscula, es fantástico, un regalo inesperado del cielo. Me giro hacia él y le pongo la mano en el pecho. Después me pongo mirando el techo y él se apoya en mi hombro. Nos cogemos de la mano. Él ha dispuesto con cuidado la mosquitera. Nos decimos buenas noche y nos preguntamos el uno al otro si estamos bien. Me cuesta dormir. Hace calor. Yo estoy casi desnudo y él está abrigado, plácidamente, dentro de su pijama y tapado por una especie de edredón fino que de día cubre la cama. Cuánta ternura siento por él.
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