Fragmento extraído de la novela
El sol de la decadencia
de Luís Antonio de Villena
Se llamaba Paul (pero no puedo fiarme ahí de los nombres) Fui personalmente a buscarlo. Era tímido, y parece natural que lo fuera. Peor la mayoría dejaba de serlo muy pronto. La experiencia es importante en todo. Y además estos chicos, al principios e enfrentaban a algo que conocía (e incluso les gustaba), pero que no acababan de definir o situar en un enclave nuevo y privilegiado, si puedo decirlo. Como esperaba, Douglas se prendó de Paul al instante. En cuanto le vio llegar con el pelo revuelto, la camisa abierta y los ojos, tan brillantes, sumisamente bajos. Lo había encontrado en su cuarto medio dormido. Más animal, por ello, más angélico y más hermoso todavía… Es el momento más sagrado de la belleza. Pero días después, Bosie quería llegar más lejos, y me tocaba contenerlo. Y no sólo esa vez, era bastante frecuente. Paul me contó que, al tercer día, le quería pegar con una vara en el culo desnudo. Sin duda él mismo sabía bastante de aquello, pero no el chico que nunca estudiaría en Oxford, y nada entendía de las finas ramas de abedul y sus maestros.
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