Fragmento traducido y extraído
de la novela Un amor fuera de la ciudad
de Manuel de Pedrolo
Soledad, soledad, soledad. Desconocidos conde fijar nuestro afán imposible durante las breves oras de una noche, rostros que un momento parecían preciosos pero que enseguida había que aborrecer, contactos furtivos y sin satisfacción en los cuartos anónimos, donde además de amarnos, nos prostituíamos. Y los años van pasando, sin llegar ninguna solución. Y era posible prever un futuro donde seríamos menos jóvenes y deseables, un futuro en el que perseguiríamos por cines y excusados a los adolescentes indecisos que sólo esperaban una ocasión para encontrar su camino, estos adolescente entre los cuales yo me había contado cuando miraba con repugnancia los rostros envejecidos y los cuerpos insaciables de todos aquellos que se no habían sabido detener a tiempo, ordenar su vida al lado de un compañero con el cual asistir inconfortables, pero confortados por el amor, a la agonía de las propias ilusiones.
Estoy seguro que nunca habría pensado en el matrimonio como una solución, si no hubiera tenido la oportunidad de conocer a Marius, un hombre entonces, de treinta y ocho años que había sabido armonizar el mejor de los dos mundos. Es verdad que no era el primer casado que conocí, pero hasta entonces nunca había tenido ocasión de frecuentar ninguno con alguna continuidad. en general, todos aquellos que estaban casados, eran personas de cierta edad y que no solíamos ver por nuestros lugares de reunión. Nos temían tanto como nos deseaban, miedosos quizás de las complicaciones que podíamos aportar al orden de una vida familiar. Muy a menudo limitaban sus relaciones al contacto con otros miembros que, como ellos había acudido al refugio del matrimonio sin por eso renunciar a las inclinaciones de su naturaleza. A partir de eso, muchos de ellos cazaban en zonas fronterizas, satisfechos de las pequeñas aventuras sin mañana (…) El matrimonio te proporciona una fachada respetable y te da un sentimiento de seguridad que quizá no se puede conseguir de ninguna otra manera. mariposear de aquí allá está muy bien cuando eres joven, ¿Pero y después?
Soledad, soledad, soledad. Desconocidos conde fijar nuestro afán imposible durante las breves oras de una noche, rostros que un momento parecían preciosos pero que enseguida había que aborrecer, contactos furtivos y sin satisfacción en los cuartos anónimos, donde además de amarnos, nos prostituíamos. Y los años van pasando, sin llegar ninguna solución. Y era posible prever un futuro donde seríamos menos jóvenes y deseables, un futuro en el que perseguiríamos por cines y excusados a los adolescentes indecisos que sólo esperaban una ocasión para encontrar su camino, estos adolescente entre los cuales yo me había contado cuando miraba con repugnancia los rostros envejecidos y los cuerpos insaciables de todos aquellos que se no habían sabido detener a tiempo, ordenar su vida al lado de un compañero con el cual asistir inconfortables, pero confortados por el amor, a la agonía de las propias ilusiones.
Estoy seguro que nunca habría pensado en el matrimonio como una solución, si no hubiera tenido la oportunidad de conocer a Marius, un hombre entonces, de treinta y ocho años que había sabido armonizar el mejor de los dos mundos. Es verdad que no era el primer casado que conocí, pero hasta entonces nunca había tenido ocasión de frecuentar ninguno con alguna continuidad. en general, todos aquellos que estaban casados, eran personas de cierta edad y que no solíamos ver por nuestros lugares de reunión. Nos temían tanto como nos deseaban, miedosos quizás de las complicaciones que podíamos aportar al orden de una vida familiar. Muy a menudo limitaban sus relaciones al contacto con otros miembros que, como ellos había acudido al refugio del matrimonio sin por eso renunciar a las inclinaciones de su naturaleza. A partir de eso, muchos de ellos cazaban en zonas fronterizas, satisfechos de las pequeñas aventuras sin mañana (…) El matrimonio te proporciona una fachada respetable y te da un sentimiento de seguridad que quizá no se puede conseguir de ninguna otra manera. mariposear de aquí allá está muy bien cuando eres joven, ¿Pero y después?
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