
Fragmento extraído de El corredor de fondo
de Patricia Nell Warren
Me arrodillé frente a él en el suelo del cemento y le hice un masaje en la pierna. él se inclinó sobre mí y me agarró la camisa con las manos. Poco a poco el calambre disminuyó. Lo obligué a tenderse sobre el banco, y seguí masajeando la pierna, desde el tobillo hasta la cadera. Estábamos solos. El edificio en silencio. Era la primera vez que lo veía prácticamente desnudo y me sorprendí a mí mismo desando que ójala se hubiera quitado el suspensorio antes de que le diera el calambre. Billy yacía sobre el banco, como si estuviera ofreciéndome su cuerpo. Yo le sostenía la pierna derecha y la otra colgaba a un lado del banco: tenía el pie, descalzo, apoyado en el suelo de cemento y la entrepierna a la vista. Me fijé en las ingles y en sus minúsculas nalgas, entre las cuales asomaban pequeños rizos de pelo oscuro y húmedo. Bajo el suspensorio, que sujetaba con fuerza sus genitales, asomaban más rizos oscuros. La banda elástica del suspensorio, ancha y desgastada, ofrecía un extraño contraste con la palidez de la piel de su vientre. Respiraba pausadamente y tenía un brazo apoyado sobre la frente, como si tratara de concentrarse y usar el yoga para relajar el músculo. Puesto que no me veía, me atreví a recorrer su cuerpo con la mirada. No era un cuerpo hermoso, excepto para un corredor d fondo. Sus músculos eran bonitos, pero de aspecto famélico. Las piernas eran demasiado largas y delgadas, venosas y con los músculos demasiado marcados para la mayoría de los gustos. Sus muslos no eran mucho más gruesos que sus pantorrillas.
Al cabo de un rato, noté su pierna fláccida y flexible entre las manos, aunque el muslo aún le temblaba un poco. Y entonces me di cuenta de que la parte delantera de su suspensorio estaba un poco más abultada de lo normal. Ahora había pasado el susto, se le ocurría pensar que nos hallábamos en una situación de connotaciones sexuales. Tal vez yo le gustara o tal vez sólo anduviera necesitado de sexo, peo, en cualquier caso, quería que lo tocara. Lo único que tenía que hacer era inclinarme sobre él, apoyar la cara en la calidez de su vientre y deslizar delicadamente por sus caderas el suspensorio húmedo…
de Patricia Nell Warren
Me arrodillé frente a él en el suelo del cemento y le hice un masaje en la pierna. él se inclinó sobre mí y me agarró la camisa con las manos. Poco a poco el calambre disminuyó. Lo obligué a tenderse sobre el banco, y seguí masajeando la pierna, desde el tobillo hasta la cadera. Estábamos solos. El edificio en silencio. Era la primera vez que lo veía prácticamente desnudo y me sorprendí a mí mismo desando que ójala se hubiera quitado el suspensorio antes de que le diera el calambre. Billy yacía sobre el banco, como si estuviera ofreciéndome su cuerpo. Yo le sostenía la pierna derecha y la otra colgaba a un lado del banco: tenía el pie, descalzo, apoyado en el suelo de cemento y la entrepierna a la vista. Me fijé en las ingles y en sus minúsculas nalgas, entre las cuales asomaban pequeños rizos de pelo oscuro y húmedo. Bajo el suspensorio, que sujetaba con fuerza sus genitales, asomaban más rizos oscuros. La banda elástica del suspensorio, ancha y desgastada, ofrecía un extraño contraste con la palidez de la piel de su vientre. Respiraba pausadamente y tenía un brazo apoyado sobre la frente, como si tratara de concentrarse y usar el yoga para relajar el músculo. Puesto que no me veía, me atreví a recorrer su cuerpo con la mirada. No era un cuerpo hermoso, excepto para un corredor d fondo. Sus músculos eran bonitos, pero de aspecto famélico. Las piernas eran demasiado largas y delgadas, venosas y con los músculos demasiado marcados para la mayoría de los gustos. Sus muslos no eran mucho más gruesos que sus pantorrillas.
Al cabo de un rato, noté su pierna fláccida y flexible entre las manos, aunque el muslo aún le temblaba un poco. Y entonces me di cuenta de que la parte delantera de su suspensorio estaba un poco más abultada de lo normal. Ahora había pasado el susto, se le ocurría pensar que nos hallábamos en una situación de connotaciones sexuales. Tal vez yo le gustara o tal vez sólo anduviera necesitado de sexo, peo, en cualquier caso, quería que lo tocara. Lo único que tenía que hacer era inclinarme sobre él, apoyar la cara en la calidez de su vientre y deslizar delicadamente por sus caderas el suspensorio húmedo…
No hay comentarios:
Publicar un comentario