20.9.10


FRUTOS DE LA CONSTANCIA

Fragmento extraído de la novela Burdel
de Pedro Gandía Buleo


Ayer por la tarde, sobre las tres, volvió a salirme al paso. Por la avenida de las palmeras, como una aparición llameante. El chico hace honor a Mukalla, canastillo de dátiles, con sus muros rojos como la sangre y el fuego, la ciudad de brasa. Pero no soportaba que lo tocara roo y volví a decirle que no, que estaba cansado. Tú siempre estás cansado dice y me cierra el paso Ya nos veremos otro día. No hay otro día. Mañana me vuelvo a Mukalla. Vamos ahora. No te estoy pidiendo dinero, ya me lo dite el otro día. Vamos. No, Quiero hacer la siesta solo. Por favor, por favor. No me lo puedo despegar. Al pisar la recepción, echó escaleras arriba. El recepcionista me pregunta con un gesto. le digo que no hay problemas. Abro la puerta, ya está registrando el armario. He de arrancarlo de allí, y ahora está en la esa palpando las bolsas. Me frota la entrepierna. Pero la cámara de fotos, que está sobre la sobre la silla, más allá desvía su deseo. Se la cuelga al cuello, se mira en el espejo del armario. Hazme fotos desnudo, dice. Se baja los tejanos mugrientos, luego el bañador verde, después los sucios calzoncillos blancos. Tres veces a punto de estampar el objetivo contra el suelo. Me acerco a él, le acaricio la nuca para tranquilizarlo mientras recupero la cámara. Las fotos, luego, le digo bajándole la mano hasta las nalgas. Él se agarra la polla como si fuera una manguera, junto al espejo. Una foto así, por favor, dice, sin dejar de mirarse. Le tiento con los dedos el ojete; siento que se le eriza la piel Me dice: hay que domarlo por ahí. Nos morreamos. Le muerdo las tetillas. Es otro de sus puntos. Lo llevo lentamente a la cama; se sienta y lo termino de desnudar. Se deja caer de espaldas. Le doy, con suavidad, la vuelta, y le abro las nalgas. Un chorro de saliva la va directo al ojete. Se gira bruscamente hacia mí. He de buscar una salida a la velocidad del rayo. Makein muskil, no es problema, le digo. Pero levanta las piernas, muy risueño, apoya los pies sobre mis hombros. Dice: así es mejor. Fóllame, fóllame. Se la meto, le mordisqueo un pezón hasta que saboreo su sangre. Le gusta. Se pone cascársela. Estoy apunto de correrme, cuando su esperma le sale disparada a mi cara.

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