28.6.13

PASEO POR ROMA



Fragmento extraído de la novela
Pao-Pao de Vittorio Tondelli

Aquel domingo de un octubre brillante que en seguida se convertirá en lluvia y agua insistente y pesada i, a demás fría, nos saludamos en el saloncito con divanes de terciopelo y estéreo y un pequeño bar. Nos miramos y nos abrazamos, él da un salto hacia la puerta, controla que nadie esté por allí y entonces me salta al cuello y me besa dándome las gracias por haber venido, nuestro primer beso, el primer indicio de una relación continuamente interrumpida que durará hasta su licenciamiento  y después todavía un poco más, hasta la extinción en aquella fatídica noche milanesa. Mauricio es un chiquito, besa de locura, justo hace el movimiento de abrir los labios, de repente te chupa. Me gusta, me gusta, sus ojos, sus piernas altas y delgadas de adolescente, su lengua pequeña Después de aquella velada en la Velleta, donde expuso todas sus preguntas sin respuesta, velada animada por las acostumbradas lentejas y salchichas y litros de vino blanco de Colli, Maurizio y yo nos veíamos regularmente. Fuimos un par de veces a cenar a casa de Tom Tom en compañía de Beuajean, paseamos por Roma cogidos metiéndonos por los callejones vacíos para meternos mano locamente como dos jovenzuelos, paseamos por los foros cogiéndonos de la mano, él siempre la retiraba cunado ve llegar a gente, pero yo se la aprieto y le digo que todo eso es un punto a nuestro favor, que nunca tenemos que tener miedo de nadie y menos de esta manera, tiernamente unidos por nuestro afecto. Por las calles de Roma, por las plazas y jardincitos paseamos con la dulce costumbre de nuestras manos entrelazadas deteniéndonos de vez en cuando a besarnos en la boca, y yo estaré contentísimo y diré que así de libre y amo de mí mismo no me he sentido nunca, que debe ser este aire picante, este atardecer y este cielo azul que me hace sentir de esta manera, deben  de ser los turistas, los romanos, no lo sé, pero no me pasará nunca más que yo pasee por mi patria cogido de la mano con mi novio, en serio, nunca más. Y cuando llega la hora de vuelta al cuartel lo acompaño a Piazza Augusto Imperatore con el último tranvía y, también allí, nuestro adiós son besos y abrazos escondidos detrás de los autobuses verdes o de las estatuas de las basílicas.


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