15.10.12

ME ENAMORÉ DE UNA ESTATUA

Fragmento extraído de la novela
La historia particular de un chico
de Edmund White

En aquella época tenía un libro sobe Rodin. Cada tarde me sentaba en la cama contemplando la foto en blanco y negro de una de sus primeras esculturas. “La edad de bronce” un estudio de un desnudo de un soldado belga tan realista que se había acusado al artista de haber modelado el modelo al natural. No me masturbaba pensando en aquella imagen, ni tampoco soñaba copular con la estatua o el soldado. No, lo amaba y le decía una y otra vez a base de susurros que sonaban falsos, que nunca conseguiría saber quiñen era yo. Pensaba que i alguna vez lo encontraba sabría cómo amarlo, pero lo había confundido deseo y talento y había olvidado escoger lo más importante: mi propia identidad. Sin duda, por eso, me enamoré tanto de una estatua, ya que con ella la única actividad amorosa se limitaba a describir círculos pasando alrededor de una manera inmóvil. No había encontrado ni tampoco lucha por la posición, ninguna posibilidad de comprensión ideal o de confusión definitiva. Pues sí, me pasaba los días pensando en los cuerpos masculinos, tan diferentes cada uno de ellos. Tan en serie. Si hubiera podido acostarme en una cama al lado de cualquiera de aquellos chicos con quienes me cruzaba a empujones cada día y a los pies de los cuales me sentaba mientras ellos hacían sus ejercicios gimnásticos, aquellos que tenían al lado en la capilla…


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